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Clonación: La carrera hacia la eternidad

Clonación: La carrera hacia la eternidad¿Cuántos seres humanos clonados pueden andar hoy entre nosotros sin que lo sepamos?, ¿cuantos estarán ocultos? y ¿cuántos pueden haber muerto por mutaciones o malformaciones producidas por el experimento? Una más: ¿por qué tanta prisa ahora para clonar a humanos?. Las respuestas pueden estar escondidas pero a la vista de todos, según el sagaz investigador británico Sherlock Holmes.

Hitos científicos, disputas legales y anuncios fraudulentos han marcado la clonación con fines terapéuticos desde que en febrero de 1997 los científicos del instituto escocés Roslin lograran copiar y crear una oveja que llamaron “Dolly”, a partir de una célula adulta.

Transplantes personalizados, células reprogramadas, animación suspendida, modelos animales y humanos, embriones clónicos son giros y términos que aparecen ahora en publicaciones periódicas para dar cuenta por dónde andan los pasos en esta materia, aunque sin decirnos con precisión hacia dónde van.

“Hoy todo lo referido a esta iniciativa es noticia, pero un día dejará de serlo”, me dijo un colega con una contagiosa certidumbre sobre su afirmación, a pesar que una buena parte de la comunidad científica internacional coincide en que los experimentos de clonación humana no tienen justificación terapéutica.

Más bien “parece que un cúmulo de intereses puede haber contribuido de modo relevante a fomentar ideas deformadas tanto de los conocimientos científicos en torno a la clonación como a las consecuencias clínicas previsibles”, afirma el doctor Neville Cobbe, del Trust Centre for Cell Biology, de la Universidad de Edimburgo.

El reconocido especialista, a quien corresponde la autoría de la interrogante sobre “¿por qué tanta prisa por clonar seres humanos?”, alertó que se está omitiendo, sin justificación, los estudios previos en modelos animales.

La explicación que da Cobbe a ese cuestionamiento es larga, complicada y difícil de hacer potable, pero se centra en defender el uso de embriones clónicos de seres humanos sin haber explotado todas las posibilidades de los de animales, y se desestiman riesgos éticos y peligros inherentes a tales prácticas como es el caso de las mutaciones.

En experimentos con animales explica: se han detectado mayores diferencias entre fetos clónicos derivados de un mismo original por transferencia nuclear que entre medio hermanos obtenidos por fecundación “in Vitro” o inseminación artificial.

“A falta de estudios con animales que demuestren la viabilidad de tales investigaciones en embriones humanos dice: me pregunto cuáles pueden ser los verdaderos motivos para llevarlas a cabo”. Sin embargo, la carrera hacia la clonación, para muchos la vía hacia la eternidad, es hoy más que un hecho, una realidad.

El profesor Rudolph Jaenisch, del Instituto de Biología de Massachussets, EUA, y sus colaboradores han demostrado que la clonación introduce defectos nuevos en la expresión de los genes, tanto en los tejidos embrionarios como en los demás.

Esas aberraciones fácilmente invalidarían los estudios que recurrieran a la clonación para determinar las diferencias en el metabolismo de medicamentos entre distintos sujetos, según ha advertido el embriólogo escocés Ian Wilmut, profesor de la Universidad de Edimburgo, quien encabezó el equipo que creó la oveja “Dolly”. Wilmut, que inicialmente se opuso en forma vehemente a la clonación de seres humanos, respalda ahora la aplicación de ese recurso “para crear bebés con modificaciones genéticas y evitar así enfermedades hereditarias”, según señala en su libro After Dolly.

Desde su punto de vista, clonar un embrión a través de la fertilización “in vitro” no es lo mismo que clonar personas, pues la clonación permite llevar a cabo correcciones genéticas muy precisas. Este método, en su opinión, es más eficaz para conseguir el nacimiento de niños saludables que los actuales de observación de embriones con genes perjudiciales. La Iglesia Católica se opone tajantemente a esta práctica.

“Los médicos deberían poder ofrecer a las parejas de riesgo la oportunidad de concebir través de la fertilización “in vitro”, dividir los resultantes embriones en células, corregir cualquier defecto genético serio en estas células y después clonar las saludables para crear un nuevo embrión que pueda ser implantado para iniciar un embarazo”, sostiene Wilmut, quien ha sido autorizado por el gobierno británico para avanzar en sus experimentos.

“Me preocupa mucho los efectos que pueda tener en un niño, (saber que) es clon de otra persona, y me opongo a eso”, dijo y agregó: “no obstante, un embrión no es una persona y veo menos controvertido el uso de la transferencia nuclear para impedir que un niño tenga una enfermedad horrorosa”.

Wilmut investiga si las células madre pueden curar la esclerosis lateral amiotrófica (ALS) y otros males hoy incurables como el Parkinson, la diabetes mellitus, el Alzheimer y lesiones de la médula espinal.

El entonces insólito hecho del 27 de febrero de 1997 en el Instituto Roslin, tuvo lugar después de 277 fusiones ovocito núcleo donante. Solo ocho tuvieron éxito, es decir, solo ocho de las 277 iniciaron el desarrollo embrional, y de esos ocho embriones solo uno llegó a nacer: la oveja “Dolly”, que murió el 14 de febrero del 2003 mediante una inyección mortal tras descubrírsele signos de una enfermedad pulmonar progresiva. Tenía apenas seis años.

Un decenio después, puede apreciarse con nitidez la presencia de tres tendencias principales en las opiniones sobre el tema:

  • los que defienden la clonación humana a todo con desprecio sistemático de la vida humana, donde se marcan intereses científicos o económicos, sin pensar mucho en las consecuencias de esos pasos.
  • los que sostienen que los experimentos de este tipo no tienen ninguna justificación terapéutica.
  • los que respaldan su desarrollo con fines terapéuticos y sobre una profunda base experimental, aunque consideran que aún falta mucha más investigación básica.

Fuente: Infomed

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