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En busca del mejor método de detectar el cáncer de útero

El cáncer de cuello de útero es el segundo más frecuente entre las mujeres de todo el mundo. Aunque la llegada de las nuevas vacunas capaces de prevenir la infección que lo provoca han supuesto toda una revolución, los especialistas siguen insistiendo en la importancia de los métodos de diagnóstico precoz y las visitas periódicas al ginecólogo. Un trabajo holandés ha demostrado esta semana la validez del análisis de ADN del papilomavirus frente a la tradicional citología.

En la mayoría de los casos, la infección por este virus de transmisión sexual desaparece sin llegar a dar síntomas a la mujer que lo sufre. Sin embargo, cuando cronifica, el virus es capaz de ocasionar cambios premalignos en el epitelio que recubre el interior del cuello del útero y dar lugar a lesiones precancerosas de bajo grado. Estas neoplasias pueden remitir por sí solas o, bien, acabar evolucionando a lesiones de alto grado que, si no se tratan a tiempo, darán lugar a un cáncer de cérvix.

Debido a que esta evolución puede durar años, cualquier método capaz de detectar a tiempo estos cambios premalignos puede evitar la aparición final del tumor y, en consecuencia, salvar la vida a miles de mujeres.

Un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad VU de Amsterdam, en Holanda, ha comparado dos de estas estrategias en una población de más de 17,000 mujeres: por un lado la tradicional citología y, por otro, un análisis de ADN del virus del papilomavirus. Según sus conclusiones, esta técnica permite detectar antes las lesiones de alto grado que el llamado test de Papanicolau y, por lo tanto, las mujeres podrían espaciar más en el tiempo sus visitas al ginecólogo sin poner en riesgo su seguridad.

Para llevar a cabo su estudio, el equipo del doctor N. Bulkmans tomó los datos del programa holandés de detección precoz del cáncer de cérvix. Las participantes, con edades entre los 29 y los 56 años, fueron divididas en dos grupos: la mitad fue analizada con la prueba que rastrea el ADN del virus y además con la citología, mientras que al resto únicamente se le hizo la citología. A los cinco años de seguimiento todas ellas se hicieron ambas pruebas.

Revisiones menos frecuentes para aumentar la participación

En todos los casos en que una de las dos pruebas identificaba cualquier cambio sospechoso, las mujeres eran remitidas a un nuevo análisis al cabo de seis o 18 meses o bien directamente a una colposcopia, que permite tomar muestras de tejido para analizarlas bajo el microscopio.

En la primera ronda, el análisis de ADN detectó más lesiones de alto riesgo que la citología; mientras que al cabo de cinco años está relación se invirtió; lo que significa, añaden los autores, que el nuevo test permitió localizarlas en una etapa más precoz. Lesiones que, de otra manera habrían persistido hasta cinco años más tarde.

Con sus conclusiones bajo el brazo, y de acuerdo con el autor de un editorial en la misma revista, Gugliemo Ronco, del Centro de Epidemiología de Piemonte (Italia), los investigadores apuntan que las mujeres podrían ampliar de cinco a seis años el intervalo para hacerse citologías. De esta manera, y sin que el cribado pierda eficacia, harían falta menos visitas al ginecólogo, lo que aumentaría las tasas de participación y reduciría los costes de los programas nacionales de detección precoz.

De momento, reconocen, harán falta más estudios para confirmar estas conclusiones y verificar que ampliar ese intervalo es seguro, y también un análisis de rentabilidad para determinar si este análisis de ADN es eficaz como estrategia en los programas nacionales de detección precoz del cáncer de cuello del útero.

Fuente: elmundo.es

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