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El poder de una sonrisa

El escritor Gustavo Sainz dice que la risa es la expresión de la libertad y es cierto. No hay persona que, aunque haya tenido una vida de sufrimiento, no ría alguna vez. A nivel físico, la risa relaja el sistema muscular. Reírse de sí mismo quita las cargas. Los problemas dejan de ser graves.

La sonrisa es una respuesta de fe. Parecería ligada a nuestra entrañable esencia de niños. Cuando sonreímos dulcificamos la mirada, nos volvemos más humildes y receptivos. Podemos recobrar nuestra capacidad de asombro. Volvemos a ser joviales. Estamos abiertos al conocimiento que nunca se acaba. Vivimos intensamente.

La sonrisa ayuda a establecer un contacto diferente con nosotros mismos y por lo mismo con el mundo que nos rodea. En algunas escuelas de meditación, se enseña al practicante a que cada parte de su cuerpo sonría, por dentro, por fuera, y dar las gracias por el funcionamiento que le ha dado.

El resultado es sorprendente, el cuerpo reacciona de inmediato, así como las plantas lo hacen cuando se les trata bien. Después de esta experiencia, el practicante se da cuenta que antes había desdeñado su propio cuerpo, que no se había percatado de la fuerza y sincronización de su organismo sólo para mantenerlo vivo y en tan buenas condiciones.

La sonrisa opera como un imán

Quien sonríe tiene esa cualidad de apertura, pues acepta la realidad tal cual es, acepta a las personas de corazón a corazón. Es un perfecto vínculo sin palabras. Habla de la frescura que tenemos, de nuestra capacidad de recrear la realidad, pues en ese sentido, sonreímos a lo que nos hace sentir la esencia de la vida. Ofrece calor.

Habría que contar las veces que sonreímos durante un día y nos daremos cuenta que nuestra relación con el mundo, en esos momentos, se ha construido de una forma agradable.

Cuando dejamos de sonreír o no devolvemos este gesto a alguien que nos sonrió, habrá que sondear dentro de nosotros dónde dejamos de relacionarnos con nuestro ser más íntimo, dónde abandonamos nuestra cortesía. Cuando lloramos no sonreímos. A veces parece que perdemos el sentido de la vida.

El primer paso para encontrarlo es sonreír y observar la sonrisa de los demás. Si observamos por qué sonreímos, nos daremos cuenta de todos los momentos bellos presentes, pasados y futuros.

En la sonrisa se encuentra la belleza, pues su cualidad es pura. La sonrisa es leal, honesta, franca. Cuando sonreímos al pasado, hemos recordado aquel evento que nos sintonizó con la esencia de la vida, con el gozo. Y entonces volvemos a sonreír. Al sonreír somos cocreadores de la realidad de una forma iluminada. Cuando regresamos del recuerdo, nuestro cuerpo se ha relajado, nuestra alma se ha vuelto a encontrar con los momentos de eternidad, aunque no nos demos cuenta.

Fuente: Adela Salinas

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