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Islas de basura en los océanos del mundo

A bordo del Alguita, mil 600 kilómetros al noreste de Hawai – En esta remota zona del Océano Pacífico, a cientos de kilómetros de cualquier límite nacional, los despojos de la vida humana se acumulan en una corriente arremolinante tan grande que desafía una medición precisa.

Focos, tapas de botellas, cepillos de dientes, palitos de paletas y diminutos pedazos de plástico, cada uno del tamaño de un grano de arroz, conforman la mancha de basura del Pacífico, una zona de basura extensamente dispersa que se duplica en tamaño cada 10 años y que ahora se cree abarca aproximadamente un millón 400 mil kilómetros cuadrados.

Sin embargo, una organización de investigación estima que, en realidad, la basura ahora permea el Pacífico, aunque la mayor parte está atrapada en lo que los oceanógrafos llaman “giros” como éste: una zona de fuertes corrientes y vientos débiles que mantienen a la basura dando vueltas en un remolino gigante.

Los científicos dicen que la mancha de basura es solamente una de cinco que pueden estar atrapadas en giros gigantes en los océanos del mundo. Aparejos de pesca abandonados, como boyas marinas, líneas y redes, son parte de los desperdicios, pero otros artículos llegan de las masas terrestres tras caer en los drenajes pluviales y de ahí al mar.

El plástico es el desperdicio más común en la mancha porque es un producto desechable ligero, durable y omnipresente tanto en sociedades avanzadas como en desarrollo. Puede flotar durante cientos de kilómetros antes de quedar atrapado en un giro y entonces, con el tiempo, descomponerse.

Una vez que se divide en pedazos, los fragmentos parecen confeti en el agua. Millones, miles de millones, billones y más de estas partículas flotan en los giros llenos de basura del mundo.

Los BPCs (bifenilos policlorados), el DDT y otros químicos tóxicos no se pueden disolver en el agua, pero el plástico los absorbe como una esponja, y los peces que se alimentan de plancton ingieren las diminutas partículas de plástico. Los científicos de la Fundación Algalita de Investigación Marina dicen que los tejidos de los peces contienen algunos de los mismos químicos que el plástico y especulan que los químicos tóxicos se filtran en el tejido de los peces a través del plástico que comen.

Los investigadores dicen que cuando un depredador, ya sea un pez más grande o una persona, se come el pez que come plástico, ese depredador puede transferir toxinas a sus propios tejidos y en concentraciones más elevadas, ya que las toxinas de múltiples fuentes de alimentos pueden acumularse en el cuerpo.

Charles Moore halló, por accidente, la mancha de basura del Pacífico hace 12 años, al toparse con ella cuando regresaba de una carrera de veleros en Hawai. Moore transportó a tres investigadores, a su primer oficial y a un periodista allí este verano, en lo que fue su décimo viaje científico al lugar. Está convencido de que hay varias manchas de basura parecidas aún sin descubrir.

Muchos científicos creen que hay una mancha de basura frente a la costa de Japón y otra en el Mar de los Sargazos, en el centro del Océano Atlántico.

Moore es la primera persona en haber llevado a cabo una investigación científica seria al hacer muestreos de la mancha de basura. En 1999, abocó la fundación Algalita a su estudio. En la actualidad, la fundación examina los desperdicios plásticos y toma muestras de agua contaminada frente a la costa de California y por todo el Océano Pacífico. Al arrastrar una red de malla muy fina detrás del Alguita, catamarán de aluminio de 15 metros que utiliza para sus investigaciones, Moore puede recolectar pequeños fragmentos de plástico.

Las muestras de agua de febrero contenían hasta el doble de plástico que las muestras de hace una década.

“Ésta no es la mancha de basura que vi en 1999; es un ente totalmente diferente”, dijo Moore.

Para el primer oficial Jeffery Ernst, la mancha era “solamente un recordatorio de que no existe un lugar que no sea afectado por la humanidad”.

Fuente: Lindsey Hoshaw

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