Detrás de cada ronquido de un niño se pueden esconder trastornos graves, como la depresión o la ansiedad. Un estudio filandés acaba de constatar que los menores que emiten estos ruidos nocturnos de forma habitual tienen más síntomas de trastornos del ánimo, además de un mayor número de problemas de lenguaje y atención que sus congéneres que duermen ‘en silencio’.
El ronquido se produce por la obstrucción en el flujo de aire a través de la boca y la nariz. El sonido obedece a los tejidos de la parte superior de las vías respiratorias que chocan entre ellas y vibran.
En España cuatro de cada 100 niños de entre dos y ocho años ronca. Las razones: desde un resfriado, hasta el padecimiento de alergias, asma, rinitis o exceso de peso, entre otras.
Evea Aronen, del Hospital Central Universitario de Helsinki, es la directora del nuevo trabajo que forma parte de la investigación conocida como ‘Problemas de Sueño Infantiles’, en la que han participado 2.100 menores de entre uno y seis años de Helsinki y que ha sido publicado en el Journal of American Academy of Child & Adolescent
Los científicos evaluaron a 43 preescolares de seis años cuyos padres confirmaron que sus hijos roncaban al menos una o dos veces a la semana y los compararon con otros 46 menores que no tenían este problema. Los progenitores rellenaron el Cuestionario de Comportamiento Infantil, además de que los menores fueron evaluados con otras pruebas que midieron aspectos relacionados con la atención, la inteligencia, las habilidades lingüísticas, las funciones sensomotoras, la memoria y el aprendizaje.
Los datos constatan que un 22% de los niños ‘roncadores’ frente al 11% de los que no lo son padecía síntomas relacionados con trastornos del ánimo, especialmente depresión y ansiedad, lo suficientemente severos como para necesitar una evaluación clínica.
“Nuestro trabajo saca a la luz los ronquidos como un posible factor de riesgo de estas patologías y de daños cognitivos en los niños en edad preescolar”, comenta Eevea Arone.
Menos memoria y poca atención
El suyo no es el primer trabajo que da fe de la relación entre daños cognitivos y ronquidos. “Recientemente se ha publicado otro estudio con menores de entre cinco y 10 años que constata que los roncadores tienen menor atención, peor rendimiento, menos coeficiente intelectual y dificultades de memoria en comparación con los que no roncan. No obstante, hay que distinguir claramente entre el ronquido ‘simple’ y el ‘habitual'”, destaca a elmundo.es Gonzalo Pin Arboledas, director de la Unidad Valencia de Sueño del Hospital Quirón.
De hecho, las pruebas sobre función cerebral realizadas a los niños participantes revelan también diferencias significativas entre los menores que ‘resoplan’ y los que no lo hacen. Los primeros tenían menos habilidades lingüísticas y niveles más bajos de atención que los segundos.
Uno de los hallazgos que ha sorprendido a los investigadores finlandeses es que “esperábamos encontrar ciertos problemas de comportamiento como agresividad en estos menores roncadores pero no fue así”, destacan.
Sí, en cambio, se constató que aquéllos que roncaban tenían más posibilidades de padecer otros problemas, como dificultad para conciliar el sueño, pesadillas o hablar en sueños.
Dado el impacto de los ronquidos en la salud mental y en el desarrollo de los niños preescolares “los pediatras y otros profesionales deberían indagar si sus pacientes padecen problemas de sueño. Y si es así intervenir antes de que los pequeños empiecen el colegio”, destacan los investigadores.
Fuente: elmundo.es