¡Vacaciones! (pronto…). La época estival está aquí mismo, a la vuelta de la esquina. El calor, el sol, los viajes, el descanso, el ejercicio, la lectura, el ‘desmadre’… Antes de planificar vuestras vacaciones, algunos comentarios de los pesados de la salud pública, esos, los de la prevención…
El verano plantea ciertas novedades en nuestra vida diaria, y algunas de ellas no están exentas de riesgos. El primer factor, y probablemente el más importante, es el calor. Sin entrar en controversias climáticas y sin discutir aparentes verdades incomodas, en verano siempre estamos expuestos a sufrir las consecuencias del calor: mayor pérdida de líquidos (deshidratación) y aumento de la temperatura corporal, que puede llegar a niveles dañinos (golpe de calor).
Los españoles sabemos mucho de esto: a nadie en su sano juicio se le ocurre salir a correr por la calle a las 3 de la tarde de un día de agosto en Andalucía. Es el momento de mantenerse a la sombra, en el patio fresco de una casa de paredes blancas, llevar sombrero de paja, tener un botijo próximo con agua fresquita y dormitar una magnifica siesta sentados en una hamaca de mimbre.
Los niños (¡cuidado con los niños!) deben ser objeto de especial atención y mantener su hidratación de forma adecuada. Primer consejo (fácil): evitar la exposición al calor.
¿Y qué decir del sol? Los beneficios que aporta la exposición a la luz solar son notables, pero, como en casi todo en esta vida, exponerse en exceso a los rayos solares se asocia claramente con un aumento del riesgo de varias afecciones cutáneas, especialmente con un tumor de mucha agresividad y mal pronóstico: el melanoma maligno.
La incidencia de melanoma está en aumento en España y en la UE. Hemos mejorado su diagnóstico precoz y sabemos algo más de la predisposición genética especial en algunas personas. Los ‘cuerpos Danone’ veraniegos deben tener un punto de bronceado saludable, pero no hay que pasarse. No es nada saludable estar “quemado†por el sol.
El uso prudente de las cremas de protección adecuadas y la exposición limitada y controlada son dos buenos consejos, válidos para todos. En caso de duda, consultar al dermatólogo.
Las comidas en verano suponen otro riesgo habitual, además de los excesos (peso perdido con esfuerzo en la operación bikini, peso ganado fácilmente en la operación paella…), existen las famosas diarreas estivales o toxiinfecciones alimentarias. La gente descuida a veces algunas normas de higiene básica y, por ejemplo, bebe agua de fuentes con poca o ninguna garantía de seguridad.
Hay que cuidar también la conservación de los alimentos, que pueden, en algunos casos, contaminarse por bacterias (‘Salmonella’ o ‘Staphylococcus’), y, obviamente, hay que exigir que los establecimientos públicos, incluidos los chiringuitos, cumplan toda la normativa que garantiza la seguridad alimentaria.
Llega la noche. Ambiente relajado, ganas de marcha y diversión, gente guapa y atractiva, discotecas, botellones y similares. En verano hay que extremar aún más la prudencia ante los riesgos derivados del consumo de alcohol, especialmente los asociados a la conducción de vehículos, y obviamente los asociados al consumo de drogas. El slogan clásico seria ahora: ni bebas ni te drogues, y por poco que puedas, tampoco conduzcas (usa transporte público).
En verano aumenta (discretamente) la probabilidad de mantener relaciones sexuales, especialmente entre los adolescentes. La probabilidad de contraer una infección de transmisión sexual es también por ello más elevada.
A los conocidos (y ahora famosos) virus del papiloma humano, virus de la hepatitis B o virus del SIDA, hay que añadir las siempre persistentes, clásicas y molestas uretrititis y vaginitis por ‘Chlamydia’ o, menos ahora, por gonococos y, aunque suene a cosa del pasado, un riesgo (aumentando ligera pero persistentemente en los últimos años) de contraer sífilis (‘Treponema pallidum’), una infección que nos suena a tiempos de Colón y, más recientemente, a épocas de hambre y miseria.
Las enfermedades de transmisión sexual tienen siempre una buena prevención (emplear preservativo) y en general, un buen tratamiento. Hay que diagnosticarlas a tiempo y hay que tratar a todos/as los implicados (contactos), para así poder cortar la cadena epidemiológica de transmisión.
Lo mejor del verano (a determinadas edades, como la mía), es descansar en casa, leer un montón de buenos libros y hacer ejercicio (moderado). Poner el cerebro a ‘cero’ e iniciar de nuevo la cuenta atrás: en septiembre empezará un nuevo curso académico, el hospital seguirá lleno de pacientes, y entraremos en temporada de gripe. Bien mirado, mejor no pensar en ello hasta Agosto.
¡Buenas vacaciones a todos!
Fuente: elmundo.es