Con la revolución actual en conceptos sobre la salud, es común encontrar opiniones contradictorias especialmente en el tema de los niños.
Las recomendaciones para los adultos están muy claras. El régimen campeón es uno bajo en grasa total, sal y azúcares refinados; moderado en proteínas y rico en carbohidratos complejos y fibra vegetal.
Estas condiciones se cumplen más fácilmente en el enfoque vegetariano, en el que la carne, pollo y pescado, se usan sólo ocasionalmente o se sustituyen suculentos platillos elaborados con proteína del reino vegetal, con frijoles, chícharos lentejas o alubias, combinadas con cereales integrales como arroz, cebada, centeno y maíz.
El enfoque vegetariano ha recibido últimamente mayor publicidad por los estudios que se han hecho en personas con problemas de corazón. Especialmente por las investigaciones del Doctor Omish, de Sausalito, California.
En el presente, los investigadores no tienen dudas en cuanto a las bondades de esta forma de alimentarse para prevenir enfermedades crónicas y degenerativas, y aún para revertir algunas enfermedades del corazón, como ateroesclerosis avanzada.
Sin embargo, muchos padres quedan con la duda de que su hijo o hija que no quieren comer carne ni pollo, ni pescado, podrán desarrollarse con salud.
Algunos padres de familia y aún profesionales de la salud (inclusive de la nutrición) se muestran escépticos acerca del desarrollo sano del niño vegetariano, especialmente de su desempeño psicológico.
Los estudios realizados en la década de los 80s, reportados en el Journal de la Asociación Dietética Americana, confirman que niños vegetarianos desde el vientre materno, hijos de padres vegetarianos, no sólo cumplen con los parámetros de desarrollo de un niño saludable, sino que mostraban mejor desempeño psicológico que los niños omnívoros.
En ese estudio, los investigadores expresaron que no se podía confirmar que las ventajas psicológicas se debían al régimen, o más bien, pensaban que era producto de la herencia y medio ambiente, culturalmente más variado en ese grupo de niños.
Lo que sí se puede concluir es que un niño vegetariano bien alimentado, no muestra desventaja en su desarrollo neuronal y en su desempeño psicológico con respecto a niños que sí comen carne.
Este y otros estudios similares, junto con las observaciones de que las enfermedades serias de la vida adulta comienzan a gestarse en los primeros años de vida, dan base para apoyar y promover el régimen vegetariano o semivegetariano, no sólo para adultos sino también en los niños.
Los estudios confirman que aún sin comer derivados de animal, como leche y huevos, se pude organizar un régimen vegetariano saludable, usando algunos complementos para proveer más Vitamina B-12.
Sin embrago, usando leche, yogurts y quesos junto con los granos y leguminosas, se amplia la variedad de las fuentes proteínicas y se facilita organizar un régimen adecuado.
Es bueno estimular a los niños vegetarianos a utilizar cereales integrales (arroz, pastas, maíz, amaranto), combinados con leguminosas como fríjol, chicharos, lenteja y quesos o yogurt, así como una variedad de frutas y de vegetales crudos y cocidos.
Las semillas como girasol, almendra, nuez, piñón, proveen ácidos grasos de buena calidad, vitaminas liposolubles, proteína y fibra vegetal.
Si el niño come carne casi a diario, se le puede ayudar sustituyendo varias veces por semana con las combinaciones de cereales, leguminosas y/o queso.
Comenzando la vida con una alimentación saludable, hacemos que el niño tenga “las reservas de salud” suficientes para soportar una adolescencia no tan sana, comiendo alimentos “de la calle”, que son más altos en grasa y azucares.
Así aumentamos la probabilidad de que pasando los años de rebeldía, el joven regrese a comer saludablemente, cuando menos esa forma de vida no le será extraña.
Fuente: Mauricio Padilla