Un estudio realizado en Suecia expone nueva evidencia del daño que los teléfonos celulares pueden causar en el cerebro, pues dice que su uso prolongado aumenta hasta en un 40 por ciento las probabilidades de desarrollar un tumor maligno.
La Universidad Hospital de Á–rebro, Suecia, apunta a los campos electromagnéticos de radiofrecuencia emitidos por teléfonos inalámbricos y celulares, como los principales culpables de este riesgo, pues trastornan algunas de las habilidades reparadoras de las células cerebrales, o puede causar mutaciones genéticas, según los autores.
Para llegar a estas conclusiones, el oncólogo Lennart Hardell y su equipo compararon a mil 380 pacientes diagnosticados con algún tumor cerebral maligno con personas sanas, y analizaron el uso que le dan a sus teléfonos. Así, quienes reportaron que han usado estos artefactos inalámbricos a lo largo de 20 a 25 años, estaban doblemente propensos a padecer glioma (el tumor de la cabeza más común) en relación que los que dijeron haberlo usado menos de un año.
Los sujetos que aseguraron haber usado celular o teléfono inalámbrico por más de 25 años, elevaban su probabilidad de este diagnóstico hasta tres veces. La frecuencia con la que hablaban también tuvo que ver con el incremento y hasta la edad, pues los niños estarían en un mayor riesgo porque sus huesos son más delgados.
Asimismo, el estudio publicado en la revista Pathophysiology, mencionó que dichos tumores aparecían con mayor frecuencia del lado que la gente dijo sostener sus celulares cuando realizaban llamadas, es decir, en el lóbulo temporal, la parte detrás de la oreja.
Los hallazgos contrastan con el estudio llevado a cabo en 2010 por la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer, el más grande hecho hasta el momento, aunque fondeado en parte por compañías móviles, el cual concluyó que no encontró evidencia fuerte que indicara que los celulares incrementan el riesgo de padecer tumores. Aunque un reporte más reciente, clasifica la exposición a campos electromagnéticos de radiofrecuencia como un “posible†cancerígeno.
Sin embargo, la mayoría de los expertos que se han embarcado en esta búsqueda coinciden en que hace falta una mayor investigación, pues la mayoría han arrojado resultados poco concluyentes.
Fuente: Pathophysiology