Los más de dos metros cuadrados de piel (en los adultos) que tiene nuestro organismo nos protegen de infecciones y lesiones y mantienen la humedad y temperatura corporales. Además, la piel es el órgano que de forma más evidente y a primera vista pone de manifiesto diversos signos de enfermedad.
La piel es proclive a padecer enfermedades originadas tanto por causas internas como externas. La inflamación de la piel o dermatitis puede producirse tras la exposición a sustancias irritantes, por el contacto con venenos de origen vegetal, o por quemaduras producidas por una exposición excesiva a los rayos ultravioleta del sol.
La infección de la piel por ciertas bacterias produce sarpullido y las infecciones cutáneas pueden extenderse por todo el cuerpo (sífilis, viruela, tuberculosis); enfermedades sistémicas generales pueden dar lugar a síntomas cutáneos, como en la varicela y el sarampión. Otras afecciones cutáneas incluyen tumores, quistes sebáceos (lobanillos), úlceras y pigmentaciones congénitas o producidas por alteraciones en las secreciones internas (hormonas) y melanomas (cáncer).
El acné, enfermedad eruptiva de la piel, se origina por una alteración de las glándulas sebáceas de la piel de la cara, cuello, pecho y espalda.
El acné vulgar aparece sobre todo en la adolescencia, pero también se puede producir en los adultos, y es consecuencia de cambios hormonales que estimulan la producción de sebo; otros factores agravantes son el estrés, algunos fármacos, comidas copiosas e infecciones. Los brotes de acné no indican falta de higiene y pueden ser prevenidos, o al menos mitigados, con una dieta adecuada. La higiene debe extremarse para evitar infecciones sobreañadidas.
La psoriasis, enfermedad crónica de la piel, se caracteriza por la aparición de placas inflamadas sobre la superficie cutánea con color que va del rojo al castaño. Afecta principalmente a los codos, rodillas, cuero cabelludo y pecho aunque se puede extender por todo el cuerpo.
El eccema es una enfermedad inflamatoria crónica no contagiosa de la piel. El término se utiliza para referirse a una serie de patologías dérmicas que deberían llamarse de forma correcta dermatitis. Se considera como un síntoma de una gran variedad de patologías, incluyendo irritaciones locales externas, alteraciones sanguíneas y alergias.
La urticaria es la alteración alérgica de la piel caracterizada por la aparición repentina o reiterada de pápulas o erupciones cutáneas que se acompañan de inflamación y prurito. Está causada por una reacción alérgica de aparición rápida tras la ingestión, inhalación, inyección o contacto con el antígeno específico (véase Alergia alimentaria).
Numerosos fármacos pueden causarla (penicilinas, sueros, insulina de procedencia animal), también picaduras de insectos o infecciones por parásitos, distintos materiales (lana, metales pesados, pieles, seda), infecciones focales (dientes, amígdalas…), exposición a los rayos ultravioleta o temperaturas extremas. En muchos casos hay desórdenes emocionales (véase Alteraciones producidas por el estrés).
Fuente: Consumer