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El olvido es un mecanismo protector

Ante el dolor, el olvido. Así es, coinciden psicoterapeutas, cuando se recurre a él como mecanismo de defensa. Sin embargo, la vivencia traumática queda grabada en la memoria y, al final, el recuerdo sólo se "duerme", por lo que las sensaciones y emociones desatadas en aquel momento pueden sobrevenir de repente.

El olvido es un mecanismo protectorAnte el dolor, el olvido. Así es, coinciden psicoterapeutas, cuando se recurre a él como mecanismo de defensa. Sin embargo, la vivencia traumática queda grabada en la memoria y, al final, el recuerdo sólo se “duerme”, por lo que las sensaciones y emociones desatadas en aquel momento pueden sobrevenir de repente.

Cuando la persona está consciente de que una situación le está provocando temor o angustia insoportable, el inconsciente entra en acción y emplea al olvido como una defensa, coinciden Alejandra Buggs Lomelí, psicoterapeuta Gestalt, y Laura Iael López Hernández, psicoanalista.

“El olvido actúa para que el nivel de angustia sea algo soportable. Está muy ligado a la negación: niego lo que me está ocurriendo porque no puedo con tanto dolor, tanto miedo o tanta amenaza”, señala Buggs Lomelí, directora del Centro de Salud Mental y Género.

“El olvido no es bueno ni malo, sino útil para defendernos de un factor externo o interno que genera angustia”, comenta López Hernández, miembro de la Sociedad Psicoanalítica de México.

Por eso, olvidar es útil sólo en un momento específico, en otro momento deja de ser necesario recurrir a él y entonces vienen los recuerdos; ahí las personas crean otro mecanismo de defensa o, en el mejor de los casos, enfrentan la situación de la mano de un psicoterapeuta.

“Lo más probable es que el deseo de olvidar aspectos significativos y negativos de la realidad sea tan antiguo como la historia humana. En la Odisea, por ejemplo, Helena pone una droga en el vino que están bebiendo, que elimina la tristeza y la pasión y provoca el olvido de otras desgracias”, refiere la psicóloga Jennifer Freyd, catedrática de la Universidad de Oregon, en su libro Abusos Sexuales en la Infancia. La Lógica del Olvido (Ediciones Morata).

Por qué unos sí y otros no

El que se opte por olvidar depende tanto de la personalidad del individuo como de su propia historia, pues generalmente el mecanismo se activa en la infancia.

“Es importante saber que todos y todas manejamos los mecanismos de defensa. Por ejemplo, hay individuos que no se dan cuenta que están negando alguna situación, pero lo manifiestan a través de cuestiones psicosomáticas, como dolor de estómago, de cabeza, o gripa”, asegura Buggs Lomelí.

La historia familiar determina a qué mecanismo se recurre: si papá o mamá suelen negar que hay problemas no hablando de ellos, los hijos aprenden a “sobrellevar” así las dificultades.

“Nos debe quedar claro que las personas nunca olvidan intencionalmente”, agrega López Hernández.

El olvido, en el caso del abuso sexual en la infancia, es una reacción natural e inevitable, indica Freyd en su libro.

Si quien abusa es alguien a quien se le tiene afecto, el dolor de los niños o niñas de verse traicionados y agredidos por alguien que se supone los debiera cuidar es tan grande e insoportable que dejan en el olvido el abuso; hacerlo así es lo más conveniente porque, además, deben seguir viviendo o conviviendo con el agresor, explica la psicóloga.

Recordar para recuperarse

Estímulos externos como palabras, olores o problemas que otros viven, así como sueños, pueden ser disparadores del recuerdo.

“Puede llegar de repente, pero esto no quiere decir que esto la persona lo pueda relacionar inmediatamente con un hecho traumático. Cuando alguien se ve invadido e impactado por un recuerdo, generalmente primero duda de si lo que se recordó es real.

“Lo que decimos los terapeutas gestalt es que la sensación siempre es verdadera, no importa de dónde viene, si es un recuerdo o un sueño. Hay que atender la sensación porque te está haciendo ruido y hay que ver de dónde viene”, indica Buggs Lomelí.

Si los recuerdos ya están ahí y se siguen negando, indica López Hernández, puede resultar más angustiante tratar de reprimirlos.

Así es que, cuando llegan, aunque se esté igual de emocionalmente vulnerable que en aquel momento traumático con acompañamiento psicoterapéutico se puede disminuir y superar el dolor recién despierto.

“La psicoterapia sirve para identificar cuáles mecanismos y en qué momento los empleamos para sobrevivir. Es como limpiar una cebolla: se quitan poco a poco las capas y, cuando se llega al núcleo, es decir, al conflicto, descubrimos qué fue lo que provocó que me cubriera tanto”, explica Buggs Lomelí.

Fuente: Alejandra Buggs Lomelí y Laura Iael López Hernández

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1 Comentario
  • Considero que es una propuesta demencial la de querer llevar a las aulas el odio surgido en un grupo maoista mesiánico-andino, contra propios y ajenos, luego de ver truncadas sus esperanzas por un mundo mejor con el fracaso de la Reforma Agraria. Este fracaso fue llevado de la mano por sus propios hermanos y los burócratas velazquistas. Aplíquese, por el contrario, la terapia del olvido y considérese al ser humano, bondadosamente integrado por Dios, como un ser que tiene capacidad para hacer germinar sus mejores acciones, por amor y no por odio, en busca de un mundo mejor.

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