¿Te has pasado la vida jugando? No temas decir que sí creyendo que eso significa que eres una persona irresponsable que no tomas nada en serio, pues haber hecho del juego un fiel compañero te ha ayudado a crecer en cada etapa de tu existencia.
Cuando eras bebé, cada uno de tus juguetes te ayudó a conocer y percibir el mundo; al llegar el tiempo de ir a la escuela, aprendiste a contar, identificar los colores, resolver problemas matemáticos y muchas cosas más, a través del juego.
Ya adolescente, quizá recuerdes cómo con el juego de la botella lograste obtener un beso, a manera de “castigo”, de la chava o el chavo que te gustaba, o cuando formabas equipo con tus mejores amigos para ganar algún partido. En esta etapa el juego te sirvió para socializar.
Ahora de adulto, probablemente te guste jugar de vez en cuando con tus amigos, tu pareja o tus hijos para relajarte y estar de buen ánimo para cumplir con las exigencias cotidianas.
Pero si conforme han pasado los años has dejado de hacerlo, expertas te recomiendan retomar el juego para enfrentar la vida con mejor talante.
“Es una parte importante no sólo para los niños, también para los adultos; si nos diéramos tiempo para jugar, tendríamos otra calidad de vida y otra actitud frente a los demás porque es una fuente de placer”, asegura Martina Jurado Baizabal, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM.
Jugar es cosa seria
Los adultos, sean padres o maestros, son los responsables de propiciar que los más pequeños jueguen.
Al jugar, los padres establecen un vínculo más estrecho con sus hijos; y los maestros obtienen mejores resultados en el desempeño de sus alumnos. Hacerlo se convierte en un apoyo de su aprendizaje cognitivo, afectivo y social.
“Niños que no juegan o lo hacen poco enfrentarán problemas para centrar su atención, exteriorizar emociones y establecer vínculos afectivos incluso en la adolescencia y, por supuesto, cuando sean adultos”, comenta Margarita Espinosa, pedagoga de la Universidad Panamericana.
Además, el juego, a cualquier edad, es un medio para aprender a respetar reglas, límites y las opiniones de los otros.
El que los niños, cuando juegan a las “escondidillas”, cumplan con la regla de contar hasta 10 sin abrir los ojos mientras otros se esconden, es tan importante como el que los adolescentes no comentan faltas durante un partido de fútbol o que los adultos no roben dinero del banco al jugar “turista”.
La importancia del juego es tal, insiste Espinosa, que al pensar tener un hijo, se debe considerar que se necesitará tiempo y disposición para jugar.
No lo desacredites
Si tú eres un adulto que cree con vehemencia que sólo los niños tienen derecho a jugar y que, tomándose demasiada libertad, cada 30 de abril los adolescentes y adultos pueden dejar salir al “niño que llevan dentro”, aún estás a tiempo de cambiar tu visión.
Lo más sencillo será empezar a retomar el juego con tus hijos o los más pequeños de la familia, porque romper con creencias arraigadas necesita de más práctica.
Varios adultos ven como inútil todo lo que no deja dinero o algún otro reconocimiento; de hecho, cuando ven jugar a alguien dicen: “no estés perdiendo el tiempo” o “dedícate a algo productivo”, pero no se dan cuenta de que hacerlo trae múltiples beneficios, comenta Jurado Baizabal, también coordinadora del Diplomado en Terapia de Juego, en la Facultad de Psicología.
“Jugar puede servir para controlar la ansiedad; en lugar de fumar, por ejemplo, puedes entretenerte resolviendo un crucigrama; ya sin angustia tendrás mayor claridad y tranquilidad para resolver tus problemas”, sugiere la psicóloga.
De hecho, el no saber cómo enfrentar y resolver conflictos puede ser producto de que no se “ensayó” dando soluciones a conflictos imaginarios.
Para gozar de todos los beneficios del juego, no necesitan nada más que la creatividad y la intención de jugar, concluyen las expertas.
Fuente: Georgina Montalvo