Una bebida hecha de semillas de chía, agua y quizá un chorrito de jugo de limón y miel se conoce coloquialmente como “ducha interior”. ¿Pero en verdad ayuda contra la hinchazón, la irregularidad intestinal e incluso la pérdida de peso?

Se prepara con ingredientes sencillos: apenas una o dos cucharadas de semillas de chía, agua y, quizá, un chorrito de limón y miel para darle sabor.

Hasta cierto punto, estas afirmaciones son ciertas. Gracias a su alto contenido en fibra, las semillas de chía son una de sus recomendaciones dietéticas para las personas que sufren estreñimiento.

Pero de hecho, no tienes por qué tomarlas en agua para disfrutar de sus beneficios. Los expertos afirman que, independientemente de cómo las consumas —espolvoreadas sobre la avena o el yogur, o mezcladas en pudines, productos horneados o batidos—, te ayudarán a hacer la digestión.

¿Existen investigaciones al respecto?

Los expertosno conocían la existencia de alguno. Pero, en general, hay buenas investigaciones que demuestran que la fibra dietética —un nutriente esencial abundante en las semillas de chía— puede ayudar.

Una ración de dos cucharadas de semillas secas de chía contiene casi 10 gramos de fibra. Eso es más del doble de la cantidad que contiene una manzana mediana, y una buena parte de los 21 a 38 gramos recomendados que la mayoría de la gente debería consumir al día.

Según gastroenterólogos, las semillas de chía contienen fibra soluble e insoluble. La fibra soluble forma una sustancia gelatinosa cuando se disuelve en agua y puede ayudar a mantener las heces blandas, mientras que la fibra insoluble añade masa a las deposiciones, haciéndolas más voluminosas y fáciles de evacuar.

Así pues, hay algo de cierto en la idea de que las semillas de chía pueden ayudar a combatir el estreñimiento. Y por ende, también pueden ayudar a reducir la hinchazón y el malestar.

Pero este efecto laxante no es exclusivo de las semillas de chía, otros alimentos ricos en fibra —como los frutos secos y las semillas, la mayoría de frutas y verduras y los cereales integrales— también pueden ayudar a reducir el estreñimiento, al igual que mantenerse hidratado y tomar suplementos ricos en fibra, como la cáscara de psilio.

Algunos usuarios de las redes sociales han afirmado que el agua de semillas de chía también puede ayudar a perder peso rápidamente.

Pero estos rápidos cambios de peso se deben probablemente a la pérdida de agua por ir al baño, no a la pérdida de grasa corporal. Lo más probable es que ese peso se recupere tras beber un gran vaso de agua.

Pero el agua de semillas de chía podría ayudarte a tener una sensación de saciedad, loque, a su vez, podría reducir la cantidad de calorías que consumes.

Entonces, con el tiempo, esto podría contribuir a una pérdida de peso a más largo plazo.

¿Y si me hace daño?

Consumir semillas de chía en líquido puede ser más agradable para el estómago que comerlas secas.

Cuando las semillas de chía se remojan en agua, se expanden y producen una sustancia viscosa llamada mucílago, esto es parte de lo que ayuda a engrosar las heces y mantenerlas blandas.

Cuando se comen semillas de chía secas, esa expansión se produce en el intestino en lugar de en el vaso, lo que puede provocar hinchazón y calambres.

Independientemente de cómo las consumas, el malestar que sientas al comer semillas de chía dependerá de la cantidad de fibra que estés acostumbrado a comer en general. Puede que tengas que experimentar un poco para averiguar cuántas semillas de chía mezcladas con tu comida o bebida aliviarán tu estreñimiento sin molestias estomacales.

Empieza con una cucharada sopera (o menos) y remójalas en agua (o leche para crear pudín de chía, o añadirlas a las hojuelas de avena o batidos) hasta que se hayan expandido visiblemente.

Dicho esto, si notas algún cambio repentino en tus hábitos intestinales habituales, como estreñimiento inusual, sangre en las heces, vómitos o dolor de estómago intenso, es buena idea que te olvides de las semillas de chía y acudas al médico, ya que estos síntomas a veces pueden ser señal de una afección grave.

Puedes empezar por un médico de atención primaria, que podría derivarte a un gastroenterólogo.

Fuente: Amanda Lynett, Sophie Balzora, Joanne Slavin, Elvira de Mejía.

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