Sentarse la mayor parte del día puede hacernos resistentes a los beneficios metabólicos habituales del ejercicio, según un pequeño, pero preocupante nuevo estudio.
Los hallazgos indican que la inactividad puede alterar nuestro cuerpo de maneras que no solo son poco saludables en sí mismas, sino que además mitigan las cualidades saludables del ejercicio.
Ya sabemos, por supuesto, que la actividad física es buena para nosotros y ser sedentarios, en su mayor parte, no lo es.
El ejercicio habitual reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiacas, diabetes tipo 2 y muchas otras afecciones crónicas. Incluso una sola sesión de entrenamiento puede mejorar nuestro metabolismo, según muestran los estudios, para que quememos grasa con mayor eficacia después de comer y mantengamos estables nuestros niveles de glucosa en la sangre y de insulina.
Mientras tanto, la inactividad tiene los efectos fisiológicos casi opuestos. La gente que pasa la mayor parte de sus horas de vigilia sentada tiene un mayor riesgo de desarrollar varias enfermedades crónicas.
Esas personas suelen experimentar problemas metabólicos que elevan el riesgo de desarrollar diabetes y enfermedades cardiacas, incluyendo la resistencia a la insulina, un mal control de la glucemia y altos niveles de triglicéridos (los ácidos grasos de los alimentos que se quedan en la sangre si no se metabolizan).
Sin embargo, la interacción biológica entre la inactividad y el ejercicio ha sido desconcertante. ¿Estar sentado no es saludable principalmente porque no estamos haciendo ejercicio cuando estamos en esa postura?
¿O estar sentado tiene sus propios efectos únicos en nuestro cuerpo y, de ser así, podrían esas consecuencias de alguna forma alterar o incluso opacar las contribuciones positivas del ejercicio?
En una investigación, resultó —para sorpresa de nadie— que cuatro días de no hacer casi nada de ejercicio habían dejado a los participantes con un metabolismo algo lento y sobrecargado. Incluso horas después de su desayuno empalagoso, mostraron altos niveles de triglicéridos y glucosa en la sangre y una baja sensibilidad a la insulina.
Lo más desalentador: el ejercicio no pareció ayudar. Los niveles de triglicéridos y glucosa en la sangre de los participantes no fueron mejores en la mañana en que corrieron que cuando no lo hicieron.
Esos resultados sugieren que ser sedentario por largos periodos puede crear condiciones en el interior de nuestro cuerpo que nos pueden hacer “resistentes a las mejoras metabólicas habituales derivadas del ejercicio extenuante.
En otras palabras: si permanecemos sentados por mucho tiempo, el ejercicio que hagamos puede perder parte de sus efectos esperados.
Fuente: Journal of Applied Psychology