Pensar que la autoridad maternal se basa en la rigidez de reglas y conductas es un error.
El camino más adecuado para formar vástagos respetuosos y educados es enfocarse en ser justa, tolerante y, sobre todo, tener mucha claridad acerca de los principios y valores que se van a promover en los hijos.
Un número elevadísimo de mamás optan por sistemas educativos autoritarios con los que imponen el respeto en lugar de ganárselo, lo que dificulta el sano desarrollo de los niños.
“Hay dos tipos de respeto, uno con base en el temor y otro en la autoridad moral. Son dos situaciones distintas, por ejemplo: cuando una mamá maltrata, golpea, grita o insulta, muchas veces los hijos le hacen caso y, puede decirse que, le tienen respeto, pero porque en esencia le tienen miedo, tienen temor a cómo reaccione”, comenta José de Jesús Gutiérrez Rodríguez, jefe del departamento de Clínicas de Salud Mental de la Universidad de Guadalajara.
“En cambio, la autoridad moral está basada en una autoridad del saber, que mantiene posiciones firmes, pero no violentas ni autoritarias”.
La convivencia involucrar jugar y ser afectuosa, la firmeza en las decisiones y la claridad en la imposición de límites son claves para conseguir autoridad moral.
Al educar hijos sin restricciones se promueven actitudes egoístas, poco solidarias, poco tolerantes y la formación de individuos ensimismados y centrados únicamente en sus expectativas.
Por ello, a veces, es indispensable ser inflexible. Los momentos para hacer la tarea, dormir, lavarse los dientes, bañarse, depositar la ropa sucia en el cesto o acomodar sus cosas son ejemplos de situaciones en las que no caben las concesiones.
Educar desde la perspectiva de una inteligencia amorosa es una tarea difícil, pero posible. Una limitante es que, muchas veces, las madres se manejan únicamente por su sentido común.
“Parecería que solamente basta con la disposición amorosa, pero se puede caer en el error de reproducir de forma mecánica o reactiva a la forma en que fuimos educados. En ocasiones, las mamás dicen: ‘como a mi me pegaron, yo nunca le voy a pegar a mi hijo, si a mí me gritaron, yo nunca voy a gritar’, pero esta es una posición acrítica.
Lo deseable es que las madres se capaciten para cumplir exitosamente con su labor y se actualicen periódicamente en cuestiones educativas.
Cuando la autoridad de la madre se basa en la solidez de posturas, la experiencia y el conocimiento de la vida social, la relación madre-hijo será más sólida y auténtica en comparación con aquella donde hay temor de por medio.
Es importante entender que la mamá puede ser amiga de sus hijos, siempre que no se pierda esa perspectiva de autoridad.
La congruencia y el buen ejemplo de los padres son los mejores maestros, por ello se debe tener presente que los hijos toman como primera referencia a sus procreadores.
“Si un niño va a golpear a otro, la posición debe ser que eso no es aceptable y hay que decírselo con firmeza, porque de lo contrario podría ser: ‘yo te pego a ti, hijo mío, porque tú le pegas a tu hermano menor’. Por un lado le estoy diciendo: ‘no se vale pegar’, pero yo a ti te pego. Eso es una incongruencia”, asegura el doctor.
Fuente: José de Jesús Gutiérrez Rodríguez