Desde que Linus Pauling, bioquímico ganador del Premio Nobel, empezó a promover “megadosis” de nutrientes esenciales, hace 40 años, los estadounidenses han abordado a las vitaminas con toda seriedad.
Hoy, aproximadamente la mitad de toda la población adulta consume alguna forma de suplemento alimenticio, a un costo anual de 23 mil millones de dólares.
Sin embargo, ¿acaso las vitaminas valen la pena? Estos últimos años, ninguno de varios estudios de alto nivel ha logrado demostrar que una ingesta suplementaria de vitaminas, cuando menos en la forma de pastillas, ayuda a prevenir enfermedades crónicas o a prolongar la vida.
Las últimas noticias al respecto fueron dadas a conocer el 9 de febrero, luego de que investigadores de un estudio de la llamada Iniciativa de Salud Femenina rastrearon ocho años de consumo multivitamínico por más de 161 mil mujeres mayores. Pese a hallazgos anteriores que sugerían que las multivitaminas podrían reducir el riesgo de enfermedades cardiacas y ciertos cánceres, el estudio, publicado en los Archivos de Medicina Interna, no halló semejantes beneficios.
El año pasado, un estudio que hizo un seguimiento a casi 15 mil médicos de sexo masculino durante una década no reportó ninguna diferencia en las incidencias de cáncer o enfermedad cardiaca entre quienes tomaron vitaminas E y C y aquellos que ingirieron un placebo. En octubre, un estudio llevado a cabo con 35 mil hombres terminó con las esperanzas de que dosis elevadas de vitamina E y selenio pudieran reducir la incidencia de cáncer de la próstata.
Todo el mundo necesita vitaminas, nutrientes esenciales que el organismo no puede producir solo. Un nivel insuficiente de vitamina C causa escorbuto, por ejemplo, y una falta de vitamina D puede provocar raquitismo.
Sin embargo, una dieta equilibrada proporciona, en general, una dosis adecuada de dichos nutrientes y hoy numerosos alimentos populares están fortificados con vitaminas y minerales.
Sea como sea, la mayoría de los estudios en materia de vitaminas llevados a cabo en los últimos años no se han enfocado en deficiencias, sino en si las dosis vitamínicas elevadas pueden prevenir o tratar una serie de padecimientos crónicos. Si bien es sabido desde hace mucho que las personas que consumen mucha fruta y verdura rica en nutrientes presentan menos incidencias de enfermedades cardiacas y cáncer, no se ha determinado a ciencia cierta si el ingerir altas dosis de esos mismos nutrientes en la forma de pastillas redunda en un beneficio similar.
En enero, un editorial en el Periódico del Instituto Nacional de Cáncer señaló que la mayoría de las pruebas no había arrojado que el consumo de vitaminas tenía repercusiones positivas en materia de cáncer, salvo contadas excepciones, como el hallazgo de que el calcio parecía reducir, en un 15 por ciento, la recurrencia de pólipos precancerosos en el colon.
Sin embargo, otros estudios en torno a las vitaminas también han arrojado inesperados efectos negativos, como niveles más altos de cáncer de pulmón en dos estudios en torno a la ingesta de beta caroteno. Otro estudio sugirió un riesgo acrecentado de pólipos precancerosos entre consumidores de ácido fólico, comparados con quienes ingerían un placebo.
“Les damos el nombre de nutrientes esenciales porque lo son”, expresó Marian L. Neuhouser, miembro asociado de prevención de cáncer del Centro de Investigación Oncológica Fred Hutchinson, en Seattle. “Sin embargo, hemos llegado al extremo de pensar que vitaminas y minerales pueden prevenir desde fatiga, hasta cáncer y Alzheimer. Allí fue donde la ciencia no respondió”.
Los científicos sospechan que los beneficios de una dieta saludable se derivan del consumo de una fruta o una verdura entera, no sólo de las vitaminas individuales que contienen. “Es posible que los beneficios para la salud del brócoli o los vegetales de hojas verdes no procedan de uno de sus componentes en particular”, expresó Peter H. Gann, profesor y director de investigación del departamento de patología de la Universidad de Illinois, en Chicago. “¿Por qué adoptamos un enfoque reductivo y extraemos uno o dos químicos que administramos de forma aislada?”.
Fuente: Henry Fountain