Con la idea del refrán “muerto el perro, se acabó la rabia” se trata la mayoría de los casos de várices en las piernas: se extrae la llamada vena safena, que ha dejado de funcionar, lo que provoca la acumulación de sangre en otras venas.
Pero desde hace siete años en Europa y Estados Unidos, y desde hace tres en México, algunos cirujanos vasculares toman otro camino para acabar con las molestas consecuencias de este padecimiento.
Ellos dejan la safena en su lugar, pero consiguen que la sangre deje de pasar por ahí, explica Roberto Águila Márquez, cirujano vascular del Hospital Ángeles Lomas, en la Ciudad de México.
Para lograrlo, aplican radiofrecuencia (calor) en la parte interna de la safena, lo que cierra definitiva y totalmente el paso y acumulación de la sangre en las venas que alimentan la parte baja de las piernas, agrega David Piñón Holt, también cirujano vascular y director de la Fundación para la Investigación de Procedimientos Vasculares.
Con una intervención de 15 minutos por pierna afectada, el paciente deja de sentir dolor, ardor e hinchazón; la sangre encuentra el camino de la vena femoral y puede seguir circulando sin problema.
Esta técnica, con la que se tratan los casos más graves, como los que han provocado úlceras en los tobillos, es de mínima invasión, y la convalecencia es más corta (de tres días) que cuando se extrae completamente la vena (entre siete y diez días), asegura Piñón Holt.
De ‘arañitas’ a úlceras
La insuficiencia venosa crónica, cuyos factores de riesgo son la herencia, la obesidad, pasar mucho tiempo de pie o sentado, el uso de terapia hormonal de reemplazo y el embarazo, consta de varias etapas.
La primera manifestación son las famosas “arañitas”, médicamente conocidas como telangiectasias. Si no se recibe tratamiento, aparecen las venas varicosas, que llegan a rebasar los dos milímetros de diámetro y aumentan de tamaño y número gradualmente; en esta etapa se empiezan a sentir molestias como dolor y ardor.
La siguiente etapa es la aparición de edema o hinchazón, por lo regular en los tobillos, y que se acentúa por la tarde-noche. En la etapa que sigue, la piel se adelgaza (lipodermatoesclerosis), y la de los tobillos cambia de coloración.
Al final del día los pacientes sienten las piernas pesadas y padecen resequedad y comezón en la piel, comenta Piñón Holt.
Incluso la coloración del tobillo puede cambiar a tonos que van desde el café cobrizo hasta el negro, lo que se considera una lesión preulcerosa, indica Águila Márquez.
La quinta etapa es cuando ya aparecen las úlceras venosas; y un paciente tiene várices de grado seis cuando esas úlceras se abren; ese es el momento de acudir con el cirujano vascular, coinciden los expertos.
“Pero no todos los pacientes con insuficiencia venosa crónica presentan várices visibles; un gran número de personas sólo tienen el cambio de color e hinchazón de los tobillos, y esto no significa que su enfermedad sea menos grave, al contrario, están en una etapa más avanzada y complicada que los que tienen várices visibles”, advierte Águila Márquez.
Solución a tiempo
El problema de todos los pacientes, sin importar la etapa en que se encuentren, tiene una solución, asegura Águila Márquez, pero para encontrar el tratamiento correcto es obligatorio que un cirujano vascular haga una evaluación exhaustiva.
Incluso quienes tienen úlceras activas desde hace años y que no han encontrado una solución definitiva se pueden tratar mediante una cirugía con radiofrecuencia.
En las primeras etapas puede bastar el uso de medias elásticas, evitar estar de pie por mucho tiempo y elevar las piernas al descansar o dormir.
Si eso no resulta, se recurre al apoyo de medicamentos que impiden la inflamación de las venas.
Para “limpiar” las piernas de “arañitas”, se inyecta una sustancia que produce la cicatrización y cierre de las venas; aunque éste se considera un procedimiento estético, también debe ser aplicado por un cirujano vascular.
Quienes sufren mucho dolor y úlceras tienen la opción de la extracción de la vena insuficiente o de su inhabilitación con radiofrecuencia o láser.
Paso a paso
El tratamiento de mínima invasión para eliminar las várices, hasta ahora se realiza en hospitales privados por alrededor de 30 mil pesos y los cirujanos vasculares deben estar certificados por la empresa creadora de la tecnología (Vnus).
1 Sedar al paciente y conectarlo al equipo que vigilará sus signos vitales durante el procedimiento marca el inicio de la cirugía.
2 El cirujano realiza la incisión en la vena safena, responsable de las várices, y por la cual introducirá el catéter para corregir el problema.
3 El catéter, cuyos primeros 7 centímetros emiten calor, debe llegar al tope de la vena safena, 2 centímetros antes de la ingle, para lo que el cirujano se guía con ultrasonido.
4 El catéter se enciende para que emita la radiofrecuencia por periodos de 20 segundos, en los que alcanza hasta 120 grados centígrados.
5 El equipo indica si la emisión de calor fue suficiente o debe repetirse. Tras recorrer la vena, se verifica que haya quedado cerrada y que la sangre fluya por la vena femoral.
6 La única incisión necesaria es la que se realiza abajo de la rodilla, en la parte interna de la pierna. Si el paciente lo requiere, el procedimiento se repite en la otra pierna.
Fuente: fundacionmedica.com.mx