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Es inútil educar en la culpa

Si busca que sus hijos aprendan a hacerse responsables de sus actos puede hacerlo a través de múltiples vías, pero si decide echar mano de la culpa para conseguirlo, las consecuencias en la vida adulta no les permitirán tener un buen desarrollo emocional, considera la psicóloga clínica Alma Isabel Pérez Salcedo.

TerapiaSi busca que sus hijos aprendan a hacerse responsables de sus actos puede hacerlo a través de múltiples vías, pero si decide echar mano de la culpa para conseguirlo, las consecuencias en la vida adulta no les permitirán tener un buen desarrollo emocional, considera la psicóloga clínica Alma Isabel Pérez Salcedo.

La culpa es la responsabilidad que recae sobre alguien por haber cometido un acto incorrecto, define la especialista en niños y adolescentes, pero justo ese es el problema, que se trata de una apreciación subjetiva y, generalmente, los padres se asumen como los portadores de la verdad sobre lo correcto y lo incorrecto.

Pérez Salcedo advierte que hacer sentir culpables a sus hijos porque no hicieron lo que usted esperaba, puede volverlos incapaces de identificar sus propias necesidades, pues siempre estarán mamá o papá para indicarles qué sí deben o no hacer.

“Al niño hay que enseñarle también a estar a gusto consigo mismo, independientemente de nuestra aprobación, o a pesar de nuestros reproches. Tenemos que aceptar que ellos sean diferentes a nosotros”, indica la psicóloga Adriana Isla en su libro ¡Auxilio! Somos Papás (Grijalbo).

Riesgos

Además de la desensibilización sobre sí mismos, los hijos educados en la culpa pueden volverse incapaces de identificar las necesidades de otros.

No logran construir su propio sistema de valores y, desde su punto de vista, alguien más sabe mejor qué es lo correcto y lo incorrecto. Se les debe dejar medir y asumir sus propios riesgos, tomar sus propias decisiones”, señala Pérez Salcedo.

Se trata de “ensayo y error” y no asustarse cuando se enfrentan a un resultado positivo o negativo.

La culpa es correcta cuando funciona como señal de alerta de que algo no está bien, y lo que se debe desarrollar es la capacidad de evaluar si lo que se hace es correcto para uno.

“Algo que no nos enseñan es a pensar en nosotros mismos en primera instancia, lo confundimos con egoísmo, pero cómo vas a estar bien con los demás si no lo estás contigo.

“El sentimiento de culpa nos puede influir tanto, que tenemos miedo a ser abandonados y eso nos dificulta el responsabilizarnos de nuestra propia vida. Cuando la culpa se interioriza contra nosotros mismos, dejamos de creer en nuestra valía personal y nos juzgamos no merecedores del amor”, explica Pérez Salcedo.

Respetarlos es la única forma de hacerlos responsables de sí mismos, lo que debe ocurrir alrededor de los 5 años en adelante. El crecimiento y la independencia se logran paulatinamente renunciando a la dependencia de los padres”, escribe Isla.

Cambia el método

Pérez Salcedo considera que los argumentos religiosos para generar culpa ya son menos empleados.

“Dentro de mi experiencia clínica, las personas ya no lo utilizan; ya no es: ‘te va a castigar Dios y te vas a ir al infierno'”, comenta.

Algunos padres recurren a la combinación de culpa y chantaje.

Por ejemplo, les dicen: “si no terminas la escuela con buenas calificaciones, ya no te voy a dar dinero y además me vas a hacer sentir muy mal porque yo siempre he confiado en que eres un buen estudiante”.

¿Identifica que fue educado en la culpa y no quiere repetirlo? Busque ayuda psicológica, así disminuirá el riesgo de colocarse en el extremo de permitir a sus hijos hacer lo que quieren, sin marcarles límites.

Desventajas

Quienes han sido educados en la culpa están en riesgo de:

· Ser exigentes en extremo, pues “siempre deben hacer lo correcto”.
· Ser poco tolerantes a la frustración.
· Tener una autoestima devaluada.

Transforme la culpa en:

· Una señal para cuestionarse cómo hace las cosas.
· Un diálogo interno que le lleve a designar cuál es la conducta por la que siente culpa.
· La petición de perdón a quienes afectó con su conducta

Fuente: Alma Isabel Pérez Salcedo

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