En 1999, como parte de su programa escolar, tres alumnas aceptaron la propuesta de su maestro, investigar y encontrar un héroe desconocido.
Comenzó con una pista huérfana donde se mencionaba a una supuesta enfermera católica polaca que durante la Segunda Guerra Mundial había salvado a 2,000 niños judíos. O al menos eso arrojó el único resultado en el buscador de Google.
Si así fuera, sería más famosa que Schindler (salvó 1,200). Comenzó con la búsqueda de una tumba inexistente, la heroína desconocida aún vivía en su natal Varsovia.
Irena Sendler nació en 1910, hija de un médico con gran vocación social que atendía por igual a sus pacientes pobres, sin cobrarles, sin miramientos a razas ni religiones, y que murió contagiado de tifus por alguno de ellos en 1917. Tras su muerte, la comunidad judía que atendía el médico se ofreció a dar ayuda financiera a la familia.
En la universidad destacó su activismo social por oponerse a la discriminación (creciente de aquellos años). Fue tachada de comunista y prosemita.
Durante la ocupación alemana en Varsovia pudo haberse quedado en una zona de confort. Decidió ayudar en el warszawskie, el mayor gueto judío de Europa donde los nazis (1940) confinaron al 30% de la población de Varsovia en menos del 3% de su superficie.
Durante los casi 3 años que visitó el gueto, Sendler construyó una red de complicidad para sacar niños judíos, cambiarles el nombre por uno católico y alojarlos con familias polacas, orfanatos y conventos de monjas. Fue una operación hormiga de enorme valor y creatividad. Se disfrazó de enfermera, incluso.
Los niños eran escondidos en ambulancias, carros de bomberos, cajas de madera, ataúdes, bolsas de basura, o narcotizados; otros salieron caminando a través de un edificio que tenía entrada por el gueto y salida al lado libre, por sótanos y drenajes.
Con papeles de identidad falsos y enseñándoles esbozos de oraciones católicas, se apuntalaba su probabilidad de sobrevivir. Irena llevó un registro de cada niño en una pequeña tira de papel, su nombre judío, su nuevo nombre, el lugar donde había sido puesto en custodia.
La idea era que al terminar la guerra pudiera reunir de nuevo a los niños con sus padres, al menos los que hubieren sobrevivido.
Aquí viene la genialidad. Sabedora de que no podría tener una lista con aquella información, Irena esconde los cientos de tiras de papel en un tarro para conservas.
En 1943 es capturada por la Gestapo, interrogada y brutalmente torturada. Nunca confesó. Fue condenada a muerte y a pasos de su inminente fusilamiento, la Zegota (organización secreta para apoyar judíos) sobornó a un oficial nazi para que la dejara en libertad.
La mayoría de los padres de aquellos niños fueron exterminados en Treblinka. La evidencia muestra que Irena Sendler salvó a unos 2,500 niños judíos.
Las estudiantes de Kansas, al enterarse que Irena estaba viva y con 91 años, le escribieron y ella les respondió aportando detalles cruciales de su trayectoria.
La noticia del “descubrimiento” creció y a través de donaciones las chicas viajaron a Varsovia a conocer a su heroína. Irena les dijo que no se sentía merecedora de ningún reconocimiento.
La obra de teatro La vida en un frasco, que orquestaron las alumnas de Kansas, cambió sus vidas.
Llevan 5 viajes a Polonia, cerca de 380 representaciones en todo el mundo y ganaron en Polonia el Premio Irena Sendler, que refleja el espíritu de una mujer excepcional.
Hoy, calles, placas conmemorativas, documentales, películas y numerosas condecoraciones, en vida y post mortem, honran la vida de una mujer que murió en 2008 sintiendo que pudo haber hecho algo más.
Su enseñanza es que más allá de religiones, las personas son malas o son buenas. Su tumba fue profanada en 2010 con pintas pronazis.
Hay muertes que nunca mueren.
Fuente: Eduardo Caccia