Las grasas trans son las que surgen del proceso industrial de hidrogenación por el que pasan las vegetales, cuyo resultante es un tipo de grasa que sólo en los Estados Unidos causa alrededor de 30 mil muertes por año.
Si bien durante años se proclamó que el aceite vegetal es mucho mejor que el de origen animal, especialmente para el colesterol, los procesos industriales por los que éstas pasan para aumentar su duración los transforman.
Con el fin de prolongar la vida de estas grasas y potenciar su sabor, las industrias de alimentación someten a las grasas vegetales a un proceso llamado hidrogenación, que básicamente consiste en aumentar el número de átomos de hidrógeno de los ácidos grasos poliinsaturados que predominan en los aceites de semillas, como girasol o soya.
Así, los ácidos grasos poliinsaturados de estos aceites vegetales cambian su estructura natural, llamada cis, por una artificial de tipo trans. Y su composición y estructura -que se anuncia como 100% vegetal- acaba teniendo poco que ver con las de un aceite vegetal natural.
Recientes estudios revelaron que las grasas trans hacen descender el colesterol “bueno” (HDL) y elevan el “malo” (LDL), aumentando el riesgo de arteriosclerosis.
Pero, también, los ácidos grasos de tipo trans pueden inhibir algunas transformaciones de otros ácidos grasos esenciales, retrasando el crecimiento y la maduración del cerebro.
En los Estados Unidos determinaron que el riesgo de sufrir enfermedades coronarias es un 66% mayor entre consumidores habituales de margarina que entre quienes no la consumen.
Mientras se apruebe una legislación que regule el tratamiento de estas grasas la única solución es disminuir voluntariamente su consumo.
Actualmente, se calcula que la dosis media de grasas trans en América del Norte y Europa es de unos 5.5 gramos, aunque puede llegar a rozar los 13 gramos diarios en casos concretos. Lo ideal es evitarlas y eliminarlas después completamente.
Además, se sospecha que una acumulación de ácidos grasos trans en la dieta de la madre pueda influir en un peso menor del bebé al nacer, predisponiéndole a padecer enfermedades cardiovasculares.
Precauciones en el hogar
Además de los procesos industriales, algunos tratamientos domésticos, como la fritura, pueden acabar transformando los ácidos grasos en trans. Una fritura mal realizada acaba por oxidar y descomponer el aceite, modificando su estructura. Por eso se recomienda el uso de aceite de oliva virgen, no superar nunca los 180° C y no reutilizar el aceite nunca más de tres o cuatro veces.
Los 10 prohibidos
• Patatas fritas (150 g): 7 gr. de grasas trans.
• Pastel de manzana industrial (1 unidad): 6 gr. de grasas trans.
• Bollo industrial (1 unidad): 5-6 gr. de grasas trans.
• Hamburguesa (200 gr.): 3 gr. de grasas trans.
• Quesito (1 unidad): 2.2-5.2 gr. de grasas trans.
• Magdalena (1 unidad): 1-2.1 gr. de grasas trans.
• Galletas (2 unidades): 1.3 gr. de grasas trans.
• Margarina (1 cucharada): 0.9 gr. de grasas trans.
• Panecillo comercial (1 unidad): 0.85 gr. de grasas trans.
Fuente: infobae.com