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Aún opera un machismo sutil

Está tan en la superficie, en la cotidianidad, que es difícil percibirlo, se llama "machismo invisible".

Aún opera un machismo sutilEstá tan en la superficie, en la cotidianidad, que es difícil percibirlo, se llama “machismo invisible“.

“Se trata de un machismo sutil, más que el clásico expresado a través de la violencia física y la coerción. El machismo actual opera tras lo aparente, en detalles que tal vez parezcan anodinos, pero que revelan un juego de poder importante, detalles pequeños que conllevan consecuencias grandes”, señala.

En la versión actualizada de su libro Machismo invisible (Taurus), Castañeda describe las reglas del juego con las que hombres y mujeres se desenvuelven, pues además de un atributo personal, el machismo es una forma de relacionarse.

En todas partes

A pesar de que la experta califica al machismo de ser un “sistema increíblemente ineficiente”, reconoce su presencia en las relaciones de pareja, el trabajo, la escuela, la salud, la sexualidad. La razón: en cada espacio hay determinados roles masculinos y femeninos que cuando no se siguen, alteran la convivencia.

“Cuando un hombre y una mujer salen juntos, por ejemplo, siempre manejan ellos, ¿por qué?, porque si ella toma el volante, él empieza a dirigirla y ella termina diciendo: ‘Me presiona tanto, que prefiero que él maneje”, comenta Castañeda.

El que un hombre llame por celular varias veces al día a su esposa o novia y ella diga: “Es que se preocupa por mí”; el que a pesar de tener sus propios ingresos, ellas den explicaciones a su pareja sobre en qué gastan; que él reciba el diagnóstico de una enfermedad y ella, a petición del médico, deba hacerse responsable de su tratamiento, que si falla porque él no se cuida, la familia le reclame, son sólo algunos ejemplos de ese machismo que se queda en el ámbito de “lo normal”.

No hay golpes ni gritos, sólo roles establecidos que, si no se siguen, generan incluso reprobación social.

Este sistema de convivencia se sigue manteniendo porque pocas veces se cuestiona.

Ellos no quieren que se toque su posición privilegiada, y ellas se la pasan haciendo cosas para evitar problemas o mantener la paz”, dice.

Incongruencia

“No creo”, dirán algunos; “yo no soy machista y conozco a muchos hombres que no lo son”, insistirán.

Ante la duda, Castañeda recomienda echar un vistazo a las propias actitudes y creencias.

Si usted es una mujer que orgullosamente dice: “Mi esposo no es macho, me deja trabajar y ver a mis amigas cuando quiero”, piense si es una niña que necesita permiso de un hombre para llevar su vida normal.

Si es hombre y se cree sumamente condescendiente al dejar que su esposa y secretaria se hagan cargo de “cosas que nada más quitan tiempo”, como ir al súper, mantener limpia la casa o llevar su agenda, reflexione sobre si más que como esposo y jefe, vive como “cliente distinguido” tanto en casa, como en la oficina.

Los roles, dice la psicoterapeuta, se pueden compartir y cuando se hace, asegura, “la gente es más feliz”.

“Es puro cuento que las mujeres no sean aptas para manejar maquinaria, tecnología, dinero o arreglar una fuga de agua; y también que los hombres no puedan aprender a planchar, a cuidar a los hijos o a cocinar”, concluye.

Cuidado con lo que dice

Las ideas que se transmiten de generación en generación contribuyen a perpetuar el machismo.

· Al decir: “No juegues con las niñas… no seas maricón”. Quien lo escucha aprende: Ser mujer es horrible, ser hombre es mejor.
· Al decir: “Ya llégale, para eso son las viejas”. Quien lo escucha aprende: Las mujeres están para tocarse, no para respetarse.
· Al decir: “¿Ya te vas?, ¿qué, te domina tu mujer?”. Quien lo escucha aprende: Estar en casa no es de hombres.
· Al decir: “¿La ascendieron? De seguro se acostó con el jefe”. Quien lo escucha aprende: Las mujeres son seres inferiores e incapaces.

Fuente: Material informativo de la asociación Hombres por la Equidad

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