Sea desayuno, comida o cena, la hora de comer no debe utilizarse para resolver conflictos, salvo que se trate de una situación de emergencia, recomienda Juan Manuel Romero, terapeuta del Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia (ILEF).
“No es el espacio adecuado para hacerlo, pues la energía se debe dejar para la buena digestión y no para resolver problemas, ni enfrentar quejas o acusaciones; un estado de ánimo tranquilo permite que los alimentos se digieran adecuadamente”, dice.
Lo ideal no es quedarse en silencio, sino conversar sobre cómo ha pasado el día cada miembro de la familia. Cuando alguno lo ha pasado mal, se puede hablar de ello, pero sin alterarse por algo que ya pasó.
Son los adultos quienes deben propiciar el intercambio de vivencias y de calmar los ánimos cuando alguien se altera.
También los adolescentes y adultos pueden evitar hablar por teléfono y hacer la tarea mientras comen porque estar atento a lo que dicen los otros es valioso para la armonía familiar.
Las parejas tampoco deben discutir sus problemas en este momento y menos si están presentes sus hijos, sugiere Romero.
“Lo que tengan que decirse, deben hacerlo en un espacio propio; y nunca deben emplear la hora de la comida para acusar con el padre o madre a los hijos”, agrega.
Apaga la TV
El efecto positivo de comer en familia puede verse mermado si en ese momento la televisión se vuelve el centro de atención.
“Con la televisión encendida, la gente prácticamente está comiendo sola“, asegura Arlene Spark, profesora de nutrición del Hunter College, en Nueva York, en un comunicado difundido en la página web de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.
De acuerdo con resultados de varias investigaciones, al estar encendido el televisor, se pone poca atención en los alimentos que se consumen y no necesariamente se eligen los más nutritivos porque lo más importante es, por ejemplo, la siguiente escena de la película o telenovela, o el gol que define el resultado del partido.
“Muchos estudios han hallado que cuando las familias comen juntas, y se supone que se hablan, a los niños les va mejor y son más sanos, incluso son menos propensos a la bebida y al uso de las drogas”, concluye Barbara Dennison, autora de un reciente estudio con niños preescolares de Nueva York, en el mismo comunicado.
Fuente: Georgina Montalvo