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Cuando la disciplina es necesaria

Su pequeño ya no es un bebé y comienza a desarrollar su personalidad. Llegado su primer año se dedicará a probar límites, tendrá rabietas y la actividad y energía podrán duplicarse. Por todo ello, le damos algunas pautas para hacer frente a esta etapa en que paciencia, firmeza y perseverancia son las claves del éxito.

Cuando la disciplina es necesariaSu pequeño ya no es un bebé y comienza a desarrollar su personalidad. Llegado su primer año se dedicará a probar límites, tendrá rabietas y la actividad y energía podrán duplicarse. Por todo ello, le damos algunas pautas para hacer frente a esta etapa en que paciencia, firmeza y perseverancia son las claves del éxito.

¿Pero, dónde acaba la libertad del niño para desarrollar su personalidad y dónde empiezan los límites, en una época en que los expertos lamentan que los padres parezcan tener terror a pronunciar la palabra “no”?.

Hay decenas de teorías, casi tantas como progenitores, pediatras y psicólogos infantiles. Lo importante es que, una vez que os decantéis por una, tratéis en lo posible de serle fieles.

Cambiar la fórmula constantemente conlleva el fracaso asegurado y sumirá al niño en la confusión.

Es obvio que la limitación inicial la dicta la lógica: el primer límite se impone en cualquier situación que comprometa la seguridad y salud de los pequeños.

Cuando hablamos de disciplina, la primera palabra que nos viene a la cabeza es “no”. Pero el abuso de ésta, desvirtuará su sentido. La Academia Americana de Pediatría recomienda emplear esta expresión, pronunciada con firmeza, cuando lo que hace el niño supone un riesgo real para él. Es decir, si no se trata de una situación de riesgo, a veces es más útil desviar su atención, mientras que intentar jugar con cables eléctricos requiere de un “no” rápido y firme.

Recuerde que la curiosidad a estas edades es innata y fundamental para el desarrollo del niño. Por ello, no permita que el “no” sea la palabra más escuchada por el pequeño en su día a día, y proporciónele un entorno seguro en el que explorar, correr y tocar sin riesgos. Permita que se sienta “independiente” en su mundo. En resumen: elija sus batallas.

Frases cortas y un tono correcto

Otra clave es la longitud de las frases con las que se corrige al niño. Imaginemos que el pequeño intenta pegarle al perro de la familia, o a otro amiguito. En este caso, logrará mejores resultados si le dicen “no se pega” que si elige explicarle “cariño, no hay que pegar al perro/a tu amigo porque está mal y le haces daño”. Habrá perdido la atención de su hijo en la tercera palabra de la frase.

El tono es asimismo importante. Según las expertas Denise Fields y Ari Brown, autoras de “Bebé 411” , lo que determina la efectividad no es el volumen de la voz, sino el tono. Los gritos no lograrán mejores resultados y transmitirán un mensaje erróneo al niño.

Una vez decididos los límites, es importante que toda la familia -abuelos, hermanos, tíos- y cuidadores del pequeño los conozcan y apliquen. ¡La perseverancia es básica! Cualquier regla que hayan establecido caerá en el olvido si, al cuidar del niño, unos la aplican, y otros no.

Por supuesto, la inmediatez es fundamental en esta etapa. Si su hijo ha hecho algo incorrecto, debe saberlo en ese mismo instante, y no cinco minutos después, cuando ya no comprenderá por qué se le regaña.

También es a esta edad cuando llega una de las bestias negras de los papás: las temidas rabietas. Se trata de una muy llamativa demostración física de enfado y rabia. A veces imprevisibles, pero inevitables, por lo que se debe dejar que ocurran.

Lloran, patean, se revuelcan por el suelo, gritan, se tornan morados. Lo recomendable es que se asegure de que pueda “interpretar” su rabieta en un lugar seguro, y que deje que se desarrolle, sin intentar razonar en ese momento. Cuando acabe, será la ocasión para hablar.

Fuente: MSN

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