”Las botellas de los bebés eran de vidrio. No había conservadores en la comida ni hormonas en el pollo o la carne; las frutas y vegetales no se regaban con pesticidas; la carne se envolvía en el papel blanco del carnicero, no en el plástico de ahora. ¡No había smog!”
Estoy aterrada. No quiero terminar con las obsesiones enfermizas del millonario Howard Hughes, pero me acabo de enterar de los miles de químicos tóxicos a los que a diariamente estamos expuestos, los cuales no sólo nos enferman, sino que aceleran el envejecimiento.
Antes no era así. Cuando niña, la leche venía en botellas de vidrio y no estaba llena de hormonas y aditivos impronunciables. Las botellas de los bebés eran de vidrio. No había conservadores en la comida ni hormonas en el pollo o la carne; las frutas y vegetales no se regaban con pesticidas; la carne se envolvía en el papel blanco del carnicero, no en el plástico de ahora. ¡No había smog!
El café no lo tomábamos en vasos de unicel. No existían. Tomar un refresco o comer dulces era sinónimo de día de fiesta; ahora los niños los consumen todo el tiempo, y estamos viendo los resultados. Los refrescos de dieta, chicles y dulces de hoy se endulzan con químicos. Y para qué seguir… El hecho es que también los océanos eran limpios, y los peces no estaban llenos de mercurio y otros venenos.
¿Quién había oído antes la palabra phatalatos? (es el gas que emite el plástico con el que inocentemente envolvemos la comida). De hecho, sin saber, todos los días comemos plástico de alguna forma. Bueno, pues estos phatalatos o plásticos se enganchan a partes de las células y provocan un desastre.
Dañan los receptores hormonales y causan pérdida de energía y apetito sexual; afectan la química del cerebro, causan hiperactividad y disfunciones en el aprendizaje; y si se acumulan en los órganos, disparan cáncer en la próstata, en los pulmones, en el pecho y en la tiroides, además de dañar el hígado, los riñones y el feto en desarrollo. ¡Qué padre!, ¿no?
Ese olor a coche nuevo (que mi ignorancia tanto festejaba), en especial si el auto se ha quedado bajo el sol, es el gas que se volatiliza del plástico del tablero y que, al inhalarlo, se queda en nuestro sistema.
¿Quién había oído antes algo acerca de la dioxina? La dioxina es un químico hecho por el hombre, y que está presente en casi todo lo que comemos, aparte de ser uno de los carcinógenos más potentes que hay. ¿Sabías que cuando calientas la comida, forrada de plástico, en el microondas, creas carcinógenos de la dioxina del plástico?
La dioxina y y los phatalatos están en todos lados. En el aire que respiramos, en el agua que bebemos, la comida que comemos y la tierra en la que sembramos nuestro futuro.
Actualmente, hay alrededor de 50 mil componentes químicos en la producción de lo que consumimos, y nuestro pobre hígado sólo gime al tratar de asimilar tanto artificio.
Para eliminar las toxinas del cuerpo, el Dr. Herb Slavin y Michael Galitzer recomiendan:
1.- Toma mucha agua e instala un purificador de agua y aire en tu casa.
2.- Consume alimentos orgánicos. Evita la comida chatarra e incluye en tu dieta mucha zanahoria, betabel, calabaza, berros y alcachofa.
3.- Para vestirte, opta por las fibras naturales, como algodón, lana y lino; lo mismo para la ropa de cama.
4.- Prefiere los pisos de madera o cerámica a las alfombras. Si acaso es alfombra, que sea lo menos sintética posible.
5.- Al calentar la comida en el microondas, cúbrela con vidrio, no con plástico.
6.- A tus suplementos alimenticios, agrega 200 mcg de selenio.
7.- En ayunas, todos los días, toma una taza de agua caliente con el jugo de un limón.
La vida sin contaminantes que heredamos de nuestros ancestros ya no existe. Sólo nos queda, en la medida de lo posible, cuidar nuestro cuerpo y enfocarnos en lo que nos hace sentir bien. ¿No crees?
Fuente: gabyvargas.com