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Tras el enamoramiento viene el amor real

Según la ciencia, el amor "eterno" dura en promedio cuatro años, que uno se enamorará siete veces en la vida y que experimentará el desamor mínimo seis ocasiones.

Si te mandaron a volar, antes de tirarte al drama debes saber que, según la ciencia, el amor “eterno” dura en promedio cuatro años, que uno se enamorará siete veces en la vida y que experimentará el desamor mínimo seis ocasiones.

Más que una fatalidad, el desamor es la oportunidad de aprender a conocerse y de elegir mejor a la siguiente pareja.

Se piensa que es una mala experiencia, una mala suerte, una maldición. Cuando deberíamos entender que es parte de un aprendizaje y que esto puede ayudar a valorar las siguientes relaciones, a ser mucho mejores parejas e, incluso, a evaluar y elegir mejor lo que se está haciendo, indica Eduardo Calixto, autor de Amor y desamor en el cerebro (Aguilar) y jefe de Neurobiología del Instituto Nacional de Psiquiatría en México.

Sin duda duele el corazón y el orgullo, pero este proceso ayuda a ser más conscientes de que el cerebro es el gran cupido que, cuando nos enamoramos, libera sustancias que nos emocionan, apasionan, nos hacen adictos… pero también nos quitan objetividad.

La mayoría de las personas, precisa, escoge parejas de manera subjetiva, y al final se da cuenta de que debe ser más selectiva o, al menos, más consciente de lo que puede estar sucediendo.

Enamorados nos empiezan a bajar los niveles de selección y entonces empezamos a aceptar a personas que no deberían haber estado en nuestra vida. El problema es que este proceso puede durar de tres a cuatro años y cuando nos damos cuenta ya tenemos compromisos y algunos, incluso, son irreversibles, advierte.

El experto recomienda considerar la salud mental y emocional de la pareja. No se trata de hacer una historia clínica del prospecto amoroso, sino de dos reconocimientos básicos: revisar el proceso de los apegos más importantes que tiene la persona en la vida y las proyecciones que ha tenido con las parejas recientes.

En el caso de los apegos, las personas buscan, por ejemplo, conservar los privilegios que tenían en la casa materna y si en ella les resolvían todo, en la relación no se involucran en la ayuda mutua.

Sobre las proyecciones, menciona que las personas suelen idealizar a la pareja. “Es una mampara donde se proyecta lo que uno quiere ver”.

Reconocer con quién nos involucramos puede llevar tiempo. “Hay personas que se conocen muy bien en un mes. Hay personas que llevan años juntos y no terminan de conocerse”.

Se debe considerar que las personas pueden toparse con individuos con trastornos de la personalidad o males mentales, sin diagnóstico y en descontrol y establecer relaciones patológicas.

Las relaciones con personas con depresión, por ejemplo, son muy complicadas y pueden terminar enfermando a la pareja, advierte.

Quienes tienen trastorno de la personalidad limítrofe suelen ser seductores y pasionales, pero al mismo tiempo hacen todo para que ocurra una ruptura.

“Es el dimorfismo de querer llevar una relación y no cuidarla; de ser violento y al mismo tiempo pedir disculpas. La pareja termina totalmente disociada. Piensa: ‘No puedo creer que esté involucrada con esto y no lo supe ver'”.

Aquellos con una buena salud mental entienden que tras el enamoramiento viene el amor real y maduro que necesita de una constante retroalimentación.

Si las personas lo entendieran de esta forma, serían más selectivos para elegir, reafirmar los cariños y saberse separar cuando no funciona.

Fuente: Eduardo Calixto

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