A pesar de lo que se cree, las siestas por la tarde no son una pérdida de tiempo, de hecho éstas pueden ayudar a incrementar la capacidad de aprendizaje de un niño al mejorar su memoria, de acuerdo con un estudio de investigadores de la Universidad de Massachusetts.
En un día típico, los niños en edad preescolar acumulan la información registrada durante el día aprendiendo el abecedario, resolviendo rompecabezas geométricos e interactuando socialmente en las áreas de almacenamiento a corto plazo del cerebro, indica Rebecca Spencer, autora principal del estudio y neurocientífica en la Universidad de Massachusetts.
“Una siesta permite que la información pase del almacenamiento temporal a un almacenamiento más permanente, del hipocampo a las áreas corticales del cerebro”, indica. “A veces decimos: ‘Consúltalo con la almohada’, pues de eso estamos hablando, ya que los niños tienen que procesar parte de la información que han recibido durante el día”.
Para realizar el estudio, los investigadores enseñaron a 40 niños de seis jardines de infancia del oeste de Massachusetts un juego de memoria visoespacial por la mañana. Se pidió a los niños que recordaran dónde estaban situados de 9 a 12 imágenes distintas en un cuadro.
Por la tarde, animaron a los niños o bien a dormir una siesta o a seguir despiertos. Las siestas duraron unos 80 minutos. Luego por la tarde y en la mañana siguiente, se hizo una prueba de memoria retardada a los niños de los dos grupos: los que durmieron y los que siguieron despiertos.
Los investigadores hallaron que aunque el rendimiento de los niños fue parecido en la mañana, cuando su capacidad de retención estaba fresca, los niños que no habían hecho una siesta olvidaban significativamente más cosas. Los que habían dormido recordaban un 10 por ciento más que los que habían seguido despiertos.
Al día siguiente, los niños que habían hecho una siesta la tarde anterior obtuvieron una mejor puntuación que los que no. Los datos mostraron que un niño no recupera el beneficio de la memoria al dormir por la noche, afirmaron los investigadores.
Para entender mejor si los recuerdos se procesaban activamente durante las siestas, los investigadores llevaron a 14 niños en edad preescolar a un laboratorio del sueño para realizar una polisomnografía, un estudio del sueño que muestra los cambios que se producen en el cerebro. Los niños hicieron la siesta durante aproximadamente unos 70 minutos. Los niños que hicieron la siesta mostraron señales de haber enviado contenidos desde el hipocampo a la memoria a largo plazo.
“Por lo tanto, hubo evidencia de una relación de causalidad entre las señales de que el cerebro está integrando la información nueva y el beneficio obtenido mediante la siesta para la memoria”, afirma Spencer.
Fuente: Rebecca Spencer