Mente Saludable

La felicidad es la mejor medicina

¿Quién no desea ser feliz? La felicidad es un reflejo de ella, un estado de plenitud interior que nace de la forma de interpretar la vida.

¿Quién no desea ser feliz? Si nos remontamos a la antigüedad, según Sócrates “los griegos dedicaban toda su vida a la conquista, a la búsqueda de poder, a la adquisición de honores y a la posesión de riquezas”. Pero, ¿hemos revertido este concepto en tantos años? o ¿continuamos en la actualidad asociando la felicidad como una dicha que depende de la fortuna?

La búsqueda de la felicidad es una de las aspiraciones que persigue el ser humano a lo largo de su vida. La felicidad es un reflejo de ella, un estado de plenitud interior que nace de la forma de interpretar la vida.

La salud no es sólo la ausencia de enfermedad sino también, según la Organización Mundial de la Salud, disfrutar del mayor grado posible de bienestar físico, psicológico y social.

Las últimas investigaciones y la experiencia cotidiana con pacientes sugieren que la felicidad no sólo contribuye a disminuir el riesgo de diversas enfermedades sino que parece facilitar la recuperación de las mismas. Es comprobable que ante un problema de salud, las personas más felices se sienten más saludables que las menos felices, y las personas optimistas y con ‘resiliencia’ no ven reducida su felicidad ante la adversidad.

Un estado de bienestar, armonía y equilibrio físico, mental y emocional es la clave para lograr la tan deseada felicidad. Las personas más felices, en general, sufren menos alteraciones y, como su sistema inmune se refuerza, disminuyen las posibilidades de contraer enfermedades.

“La felicidad es contagiosa y buena para la salud”, según el Dr. Daniel Martínez, médico Psiquiatra y Miembro de Action For Happiness [Acción para la Felicidad], agrupación mundial dedicada a fomentar el cambio social positivo y la felicidad y considera que “el sentirnos felices, entre muchos beneficios, nos lleva a tener:

  • Niveles más elevados y sostenidos de bienestar, lo que se traduce en más experiencias de alegría, satisfacción, gratitud y sentimientos amorosos positivos.
  • Más autoconfianza, optimismo y autoestima para enfrentar dificultades y desafíos.
  • Mejores relaciones interpersonales, que nos permiten ser personas más sociables y empáticas, que pueden construir vínculos significativos y gratificantes que se mantienen en el tiempo.
  • Mejor salud mental y más sentimientos positivos que permiten la recuperación más rápida y profunda de la pena y la tristeza.
  • Mayor longevidad y calidad de vida.
  • Mayor energía y creatividad para construir sueños. Mayor productividad y flexibilidad en las capacidades para estudiar y trabajar.
  • Mayor posibilidad de tener un desarrollo pleno e integral.

Todas estas ventajas pueden reafirmarse sobre la base de una vida más espiritual. La espiritualidad, en su sentido más amplio, es un ingrediente importante para la felicidad. En verdad, la felicidad genuina tiene un fundamento espiritual, pues no es algo externo, se encuentra dentro de uno mismo. Para ser feliz externamente, primero hay que reflexionar sobre el interior y entrenar la manera de pensar con pensamientos buenos y alegres.

La autora estadounidense y reformadora cristiana Mary Baker Eddy escribió algo en este sentido: “La felicidad es espiritual, nacida de la Verdad y el Amor. No es egoísta; por lo tanto, no puede existir sola, sino que requiere que toda la humanidad la comparta”.

Entonces, ¡para ser feliz hay que dar! Tener una vida rica en gratitud, en generosidad y en Amor nos acerca a los demás.

Ser absolutamente feliz y saludable está al alcance de cada uno. ¿Te gustaría conocer más sobre la Mente, la fuente de toda felicidad y salud?

Fuente: María Damiani

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