Mucha gente se pregunta, cuál es la mejor forma de relacionarse en pareja. Cuál es la forma más constructiva, la más sana, la que más garantice su continuidad así como su calidad. La que aporte más estabilidad emocional, y en general, mayor bienestar.
Desgraciadamente, existe una tendencia a criticar negativamente las formas de relación de pareja que no son similares a la propia.
El juicio general hacia las formas más tradicionales de lo que es la propia, es de que son retrógradas, arcaicas y hasta cómicas. De la misma manera, se hace un juicio hacia las formas de relación de pareja más liberales o menos tradicionales que la propia, considerándolas degeneradas, inmorales y decadentes.
No importa en qué nivel de tradicionalismo o liberalidad nos encontramos, existe esta tendencia general de enjuiciamiento. En gran medida, estas condenas están basadas en una falta de conocimiento.
En una falta de información acerca de las ventajas que cada tipo de relación les brinda a sus participantes; tal vez en parte, porque estamos generalmente cerrados y defensivos a escuchar conceptos que amenazan nuestros esquemas morales, y probablemente también, porque no hemos tenido la oportunidad de escuchar confesiones amplias y detalladas de las maneras en las que se experimentan realmente las diferentes formas de relación de pareja.
Lo cierto, es que existen tantas formas de relación de pareja como parejas existen.
Y gran parte de su éxito, no depende tanto de copiar modelos de ningún tipo, sino de encontrar caminos auténticos y particulares que permitan la adaptación específica entre ambas personas.
Depende más bien, de las capacidades de ambos para autoconocerse, de tal manera que se desarrolle también la capacidad de expresión y comunicación clara y abierta acerca de lo que realmente ocurre dentro; de tal forma, que al tener una información amplia y confiable, se pueda, de acuerdo a las posibilidades de cada pareja, responder, dirigiendo la conducta al verdadero bienestar del mundo.
Fuente: Ana Laura Barrera