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Las Grasas: Más allá del bien y del mal

La tendencia a simplificar todo en "lo malo" y "lo bueno" ha provocado la satanización de las grasas; sin embargo, sin este nutrimento los seres humanos simplemente no podrían sobrevivir.

Las Grasas: Más allá del bien y del malLa tendencia a simplificar todo en “lo malo” y “lo bueno” ha provocado la satanización de las grasas; sin embargo, sin este nutrimento los seres humanos simplemente no podrían sobrevivir.

Entre los alimentos, las grasas son vistas como el “patito feo”, aunque son la principal fuente de energía o de reserva energética para el organismo.

“La grasa no es sólo combustible para obtener energía, utilizada en nuestras actividades diarias, lo es también para la actividad emocional de nuestros órganos internos, en la cual juega un importante rol”, refiere Sacha Barrio Healey en su libro “La gran Revolución de las Grasas“.

Por ello, debe reconocerse el papel fundamental de las grasas en la salud emocional de las personas, precisa el autor.

Las grasas regulan la temperatura del cuerpo y protegen de los golpes a los huesos y a los órganos internos, como intestinos, hígado y riñones, de acuerdo con Conoce 3 Macros y 2 Cuates de los Súper Metabólicos, editado por el Centro de Orientación Alimentaria (COA).

Georgina Gómez Martínez, nutrióloga del COA, indica que las grasas, además, participan en el proceso de creación de hormonas, como los estrógenos y sirven para transportar algunas vitaminas.

La experta señala que el secreto está en comer inteligentemente este nutrimento, pues lo cierto es que ingerir en exceso cierto tipo de grasas puede ser dañino para la salud, mientras que la deficiencia de otras también tiene consecuencias negativas.

Saturadas

Las grasas se dividen por su origen en saturadas e insaturadas. Las primeras están contenidas en alimentos de origen animal, como la grasa de la carne de res, pollo y cerdo, mantequilla, manteca, tocino, chicharrón, chorizo, leche, queso y huevo.

Existen excepciones en los aceites de palma y coco, que son de origen vegetal, pero también contienen grasas saturadas.

“Se sabe que este tipo de grasa se deposita con mayor facilidad en las arterias, lo que puede ocasionar problemas cardiovasculares, por lo que su consumo debe ser restringido”, explica Georgina Gómez Martínez, nutrióloga del COA.

Al acumularse los depósitos grasos, lo hacen de manera perjudicial, creando arteriosclerosis, hígado graso, toxicidad e hipertensión arterial, entre otros padecimientos, alerta Sacha Barrio Healey, autor de La gran Revolución de las Grasas.

Insaturadas

Las grasas insaturadas provienen de alimentos de origen vegetal, como aceites de maíz, soya, girasol, canola, oliva, aguacate, nuez y cacahuate. El pescado es una excepción, pues también contiene este tipo de grasas.

Gómez Martínez indica que el cuerpo no produce este tipo de grasa, así que es fundamental consumirla a través de los alimentos.

También son conocidas como grasas esenciales y tienen efectos positivos en la salud.

“Cuando hablamos de ácido graso esencial, la palabra ‘esencial’ hace referencia a su carácter indispensable y crucial para el funcionamiento del cuerpo y que por no poder sintetizarse en el cuerpo necesita formar parte de nuestra dieta.

“Según la FDA (Food and Drug Administration, organismo estadounidense), existen 50 nutrientes esenciales para la salud: luz, oxígeno, agua, 20 minerales, 13 vitaminas, proteínas, carbohidratos y dos ácidos grasos esenciales (el ácido linoleico, también llamado omega 6, y el alfalinolénico, también llamado omega 3)”, refiere el libro de Barrio Healey.

La nutrióloga Gómez Martínez señala que alrededor del 60 por ciento del cerebro es grasa y la mayor proporción es de tipo omega 3 y 6; tiene funciones tan esenciales como mejorar la transmisión de las señales entre las neuronas.

Según el libro de Barrio Healey, los ácidos grasos esenciales contienen nutrientes fundamentales para muchos procesos metabólicos y funciones vitales, como el correcto funcionamiento del cerebro, el corazón, el sistema inmunológico, y son la materia prima que el cuerpo utiliza para producir hormonas, grasas cerebrales y prostaglandinas.

“Estos ejercen un efecto depurativo sobre el organismo, nos protegen de los daños causados por las grasas duras, bajan el colesterol, desengoman las arterias, lubrican las articulaciones, limpian el hígado y permiten establecer un equilibrio hormonal”.

También hay evidencia científica que demuestra que las grasas omega 3 inhiben el cáncer, escribe el autor.

Carencia

Barrio Healey advierte en su libro que la mayoría de la población carece de ácidos grasos esenciales.

“La población se preocupa por la falta de calcio, hierro o vitaminas, pero nunca imagina que una importante carencia de su dieta está en las grasas. Los ácidos grasos lideran en deficiencia nutricional”.

Gómez Martínez agrega que en en la alimentación diaria, 30 por ciento debe incluir grasa: menos de 10 por ciento debe corresponder a grasas saturadas, y 20 por ciento a insaturadas.

En una dieta promedio de un adulto, que es de 2 mil calorías, 30 por ciento representaría 600 calorías a partir de grasa. Cada gramo de grasa proporciona 9 calorías.

Exceso

Según el texto de Barrio Healey, en los últimos años el consumo de grasas se ha visto profundamente modificado, ya que las grasas de la dieta actual son muy distintas a la de los antepasados.

“Estamos sujetos a una larga cadena de enfermedades degenerativas por un cambio de cultura alimentaria. La dieta moderna tiene 80 por ciento menos de grasas importantes para el desarrollo cerebral que la dieta de nuestros abuelos hace 100 años.

“Esto ha sucedido porque hemos pasado a consumir mayor cantidad de grasas animales, grasas de animales domesticados, que tienen mucha mayor proporción de grasa corporal de la que tiene un animal silvestre”.

Asegura que antiguamente la proporción de consumo entre omega 3 y omega 6 era de 1 a 1 o 1 a 4, en el peor de los casos. Actualmente, los científicos estiman que la proporción entre omega 6 y omega 3 es de 30 a 1, y en algunos casos severos de hasta 40 a 1.

Las más tóxicas

La industria de los alimentos creyó tener un remedio para convertir las grasas de origen vegetal, que son líquidas, en productos sólidos como la margarina.

Pero el proceso industrial por el que atraviesa para transformarla de líquida a sólida genera grasas trans, que tienen el mismo riesgo que las saturadas.

“El 70 por ciento de estas grasas están contenidas en productos industrializados, como pasteles y papas fritas”, indica la nutrióloga Gómez Martínez.

Barrio Healey advierte en La gran Revolución de las Grasas que las grasas trans son tóxicas para el organismo, crean radicales libres, son mutagénicas y también cancerígenas.

La especialista del COA señala que en la actualidad hay productos que también han eliminado las grasas trans.

Fuente: Georgina Gómez Martínez

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