Previo a la aparición del cáncer cutáneo, muchas veces la piel presenta zonas muy ásperas y enrojecidas provocadas por la exposición al sol, que se denominan queratosis actínica, y es posible tratarlas para evitar que evolucionen en cáncer.
La queratosis actínica es precursora de más del 50 por ciento de los casos de carcinoma espinocelular (tumor maligno de la piel).
Los rayos ultravioleta dañan las células y el organismo tiene que eliminarlas en un proceso llamado apoptosis, que es una muerte silenciosa de las células sin que haya un proceso de inflamación.
Pero cuando el daño continua por una exposición constante al sol, el organismo no se puede deshacer de todas las células dañadas y éstas células atípicas empiezan a acumularse formando la queratosis actínica, que al proliferar forma el carcinoma.
Hay personas más propensas a desarrollar queratosis actínica como quienes tienen piel clara, quienes se han sometido a trasplantes y toman medicamentos que inhiben el sistema inmunitario, quienes han tenido quemaduras solares graves y múltiples y las personas mayores.
Las lesiones generalmente se presentan en la cara, el cuero cabelludo, el dorso de las manos, el pecho o los lugares que a menudo están expuestos al sol.
Los cambios en la piel comienzan como áreas resecas que con frecuencia tienen una “escama” amarilla o blanca en la parte superior; y cuando se convierten en tumores pueden ser de color gris, rosado, rojo o del mismo color de la piel y pueden volverse duros, verrugosos o ásperos.
Fuente: Paloma Villanueva