Hace poco asistí en Chicago a la Conferencia de Capellanes en la Asistencia Sanitaria, organización que promueve el uso de medios espirituales en la atención de la salud. Varios participantes me hablaron de los desafíos que enfrentan los capellanes, enfermeros, trabajadores sociales y otros proveedores de salud de hospicios y hospitales, y un tema recurrente fue el agotamiento profesional.
Según la revista The Lancet, el agotamiento es el cansancio físico, emocional y mental que resulta de la participación a largo plazo en situaciones emocionalmente exigentes.
No solamente los trabajadores del área de la salud padecen los síntomas de agotamiento. Maestros, funcionarios gubernamentales y oficiales de policía son otros de los muchos grupos que buscan formas de combatir el agotador estrés profesional y la frustración. En su libro The Oath [El Juramento], Jeffrey Toobin dice que aun los jueces de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos se cansan, se irritan y se sienten enemistados entre sí al finalizar los períodos de sesiones.
Durante la conferencia, una enfermera me dijo: “Uno debe cuidarse a sí mismo para poder ayudar a otrosâ€. Otros asistentes estuvieron de acuerdo con esta afirmación y narraron diversas estrategias que utilizan para cuidarse, entre ellas, comer y descansar bien, tomarse tiempo para salir a caminar o correr y centrarse en uno mismo. Una mujer agregó: “¡Y orar por uno mismo todos los días!â€.
La Biblia puede ser un gran recurso para aprender a prevenir y aun superar el agotamiento profesional. Me viene a la mente la historia de Nehemías. Después de que los babilonios conquistaran al pueblo de Israel, Nehemías, quien era judío, pidió al rey de Babilonia permiso para reedificar el derribado muro de Jerusalén.
La tarea era monumental y requería gran valor y perseverancia; Nehemías fue acosado repetidas veces por enemigos que no querían que el muro se reedificara, y en determinado momento hasta debió lidiar con trabajadores cansados y descontentos, cuya convicción respecto al propósito del proyecto se había debilitado. En medio de todo este descontento y toda esta presión, Nehemías oró: “Oh Dios, fortalece tú mis manosâ€. Fue una oración plena de humildad, que cedía al poder de lo Divino.
Como resultado, Nehemías sintió la fortaleza, el valor, la paciencia, la inteligencia, la resistencia, la convicción y la determinación divinos que necesitaba. Él y su pueblo terminaron finalmente de reedificar el muro. La Biblia nos dice que aun los enemigos de Nehemías “conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obraâ€.
Sentirse excesivamente responsables por el éxito de nuestros esfuerzos en beneficio de otros puede ser abrumador. Pero recurrir a Dios en busca de apoyo, y reconocerlo a Él como la fuente de amor y fortaleza, puede ser liberador. La disposición a conectarnos con Dios puede darnos la sabiduría para actuar inteligentemente y para hacerlo con compasión, paciencia y gracia.
La Biblia nos asegura que cuando nos tornamos humildemente y de todo corazón a Dios “… tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda†(Isaías 30:21). Aun en medio de un día extremadamente ocupado, si reconocemos la presencia del Amor divino podemos oír a la inteligencia divina ayudándonos a decir y a hacer lo correcto con tolerancia y empatía, y a realizar nuestras tareas con éxito.
En mi propia práctica sanadora, ayudando a otras personas por medio de la oración, las siguientes palabras de la fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, me han sido sumamente útiles: “El Amor [otro nombre para Dios] inspira, ilumina, designa y va adelante en el camino†(Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 454).
Para mí esto significa que nunca estoy solo en mi trabajo, sino siempre en la presencia de un Amor incondicional, fortalecedor e inteligente, y que yo puedo ser testigo de la guía y la protección del Amor en mi vida y en las vidas de las personas a las que ayudo.
El Amor divino nunca se fatiga, nunca está exhausto ni vacío. Al acudir a este Amor podemos darnos cuenta de que no somos meramente seres biológicos limitados, tratando de hacer lo mejor que podemos, sino seres espirituales, instrumentos del amor ilimitado de Dios.
Cualquiera sea su profesión, si usted es de los que procura que el mundo sea mejor, el Amor divino lo está sosteniendo como sostuvo a Nehemías, capacitándolo no sólo para sobrellevar la vida, sino fortaleciéndolo y renovándolo para que pueda cumplir su trabajo a satisfacción.
Fuente: Thomas Mitchinson