Los 40 años es una edad cada vez más corriente para concebir un hijo y mucha ‘culpa’ de ello la tienen los avances en las técnicas de reproducción asistida. Las mujeres nacen con unos 400,000 óvulos y cada mes pierden un porcentaje de ellos. Si a los 20 el número de óvulos asciende a 200,000, a los 47 se sitúa en los 1,000. Esta reducción de la fertilidad es la que provoca que las madres añosas depositen en la ciencia su última esperanza de dar a luz a un bebé.
Los expertos coinciden en que la década idónea para tener descendencia se sitúa entre los 25 y los 35 años. Sin embargo, más del 40% de las mujeres que recurren a este tipo de terapias es mayor de 40 años. Precisamente, a partir de esta edad las cosas se complican: las tasas de éxito disminuyen, la mujer corre más riesgos, el bebé tiene más probabilidades de nacer de manera prematura…
Como explica Juan Antonio García Velasco, director del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) en Madrid, “a partir de los 40 ó 45 años, lo primero que se tiene que valorar es el buen estado de salud de la paciente. El embarazo supone una sobrecarga cardiaca y metabólica y puede surgir una serie de problemas”. Son habituales los casos de hipertensión, diabetes gestacional o los que pueden terminar en cesárea, ya que cuentan con más probabilidad de tener placenta previa -que ésta cubra la abertura del cuello del útero-.
Cuatro técnicas
El desafío de la ciencia al sistema reproductivo se basa en cuatro técnicas fundamentales. En la ‘fecundación in vitro‘ (FIV) ‘clásica’, que suele costar entre 3,500 y 4,500 euros, se administra a la mujer una serie de inyecciones para estimular sus ovarios y que pueda producir varios ovocitos en un mismo ciclo. Estos se extraen con una punción transvaginal y se inseminan con el esperma. Se suelen implantar dos de los embriones resultantes en las trompas de la mujer o, en su defecto, en el útero.
Cuando el semen es de muy baja calidad, para fecundar el óvulo es necesario recurrir a la inyección intracitoplasmática, que consiste en introducir un sólo espermatozoide en el citoplasma del óvulo. La eficacia de esta técnica de reproducción asistida varía mucho en función de la edad de la mujer: hasta los 40 años, se sitúa en un 50%; entre los 40 y los 45, disminuye hasta el 20%; y a partir de los 45 años es anecdótica.
En las mujeres de mayor edad, a las que ya se les ha retirado la regla por completo, la opción más adecuada es realizar la FIV a partir de los óvulos de una donante. También se suele emplear en las pacientes que producen ovocitos de una calidad que no es óptima o que han sometido a otras técnicas que no resultaron eficaces.
En este caso, es la donante la que se somete el proceso de estimulación ovárica, con inyecciones, y la mujer ‘receptora’ sólo tiene que tomar unas pastillas de estrógenos, durante 10 ó 12 días, para que el útero se prepare para albergar el embrión. Suele costar unos 6,000 euros y cuenta con una eficacia de un 60%.
La alternativa más sencilla, y la que se suele utilizar con las parejas más jóvenes y con menores problemas de fertilidad, es la inseminación artificial. Se estimula a la mujer con una menor cantidad de hormonas, para que genere varios ovocitos, y se inyecta el semen directamente en el útero. Cuesta entre 300 y 400 euros y, cómo apunta García Velasco, “se emplea en mujeres hasta los 40 años, aproximadamente”. Con un ciclo se obtiene un 20% de eficacia y a partir de los tres o cuatro ésta asciende hasta un 50%.
Fuente: elmundo.es