¿Quién no tiene miedo? Todos lo hemos sentido en distintos momentos. Gracias a él hemos llegado a sobrevivir como especie. De no ser así habríamos muerto bajo las patas de algún dinosaurio.
Me refiero así, al miedo llamado protector, asociado a la prudencia, que permite reconocer las situaciones que pondrían en peligro nuestra integridad.
Pero, ¿qué pasa cuando el miedo se alarga en el tiempo y sin justificación aparente? Entonces se convierte en un miedo perjudicial, que puede dañar nuestra salud y bienestar.
¿Qué es el miedo?
El miedo es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente o futuro. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural a la amenaza.
¿Se ha utilizado el miedo a lo largo de la historia como sistema en áreas de trabajo? Sí. Henry Ford decía en los años 40 que el gran problema que encontraba a la hora de contratar personal para sus fábricas era: “pido brazos y me llegan con cerebro”. Lo que se buscaba eran autómatas que se limitaran a realizar las tareas que otros habían ideado.
En la actualidad, aún existen empresas que funcionan basándose en el miedo, pero en un mundo que cambia vertiginosamente lo que vale es el talento, la innovación y la creatividad; ninguna de estas se puede desarrollar cuando domina el miedo.
Reacciones físicas ante el temor
Cuando tenemos miedo nuestro cuerpo sufre cambios: tensión muscular, manos o pies fríos, oleadas de calor o escalofríos, el corazón palpita aceleradamente y envía más sangre al cerebro, las pupilas se dilatan, puede haber irritabilidad, náuseas, vértigos, temblores, dudas reiteradas, mareos, preocupaciones excesivas, necesidad de evitar lugares, personas o situaciones que le causan miedo o ansiedad.
Junto a ello se producen tres hormonas: la adrenalina, la noradrenalina y los corticoides, también llamados hormonas del miedo; los corticoides impiden que se produzca la conexión entre nuestras neuronas, que como sabemos son la base mental de la creatividad.
Así, es imposible que una persona sea capaz de desarrollar su potencial cuando vive en una situación constante de miedo intenso que paraliza. Algunos estudios afirman que cuatro de cada diez personas pueden experimentar estos síntomas.
Fuente: Ramón Clériga