Ante la tendencia a comerse la placenta después del parto para obtener energía y otros supuestos beneficios, especialistas, advierten que esta práctica es riesgosa.
Esta práctica se ha detectado en Estados Unidos y otras partes del mundo y cobró notoriedad luego de que una actriz declaró que ingería su placenta a través de las redes sociales.
Lejos de obtener beneficios, comerse la placenta cruda implica el riesgo de adquirir gérmenes y desarrollar enfermedades.
Comerse la placenta es muy arriesgado, porque su función es filtrar gérmenes que pudieran estar en la sangre de la mujer para que llegue en buenas condiciones al feto.
“Sería como comer carne de cerdo o de pollo infectada y puede generar procesos infecciosos”.
No hay evidencia científica ni médica que constate que comerse la placenta proporcione algún tipo de beneficio. Es un mito. Y más bien suena como a canibalismo.
La placenta puede aislar cualquier tipo de gérmenes. Puede filtrar bacterias, como escherichia coli, neumococo y clamidia sin que la mujer haya desarrollado la enfermedad.
Pero al comerse la placenta puede adquirirlas y desarrollar infección en vías urinarias, neumonía y clamidia, respectivamente.
Fuente: Josefina Lira