El resiliente, esa persona que no sólo es capaz de enfrentar y superar la adversidad, sino crecer a partir de ella, ¿pero se nace con esa capacidad?
De acuerdo con la psicología cognitiva conductual, la persona resiliente se forja, mientras que el psicoanálisis considera que el desarrollo de esta capacidad tiene que ver con el empoderamiento que proveen los padres desde la infancia. En cualquiera de los casos, resulta indispensable cultivarla.
Antes se creía que quienes lograban enfrentar situaciones adversas nacían con esta competencia, pero la investigación actual demuestra que existen factores internos y externos que contribuyen a su desarrollo.
Quienes tienen una buena autoestima, autonomía, regulación emocional y comunicación asertiva la alcanzan con más facilidad.
Y estos factores internos son propiciados por los padres cuando ante sus hijos tienen una escucha activa; están atentos a sus necesidades y los ayudan a ir teniendo un “estómago emocional“; es decir, a ir sosteniendo situaciones adversas para construir juntos las posibles formas de solucionar conflictos.
Deben proporcionar el sostén mínimo necesario, pues a veces quieren solucionar por sus hijos lo que muchos de ellos tienen que hacer, y limitan su autodeterminación, la cual es fundamental para enfrentar situaciones adversas.
A estos factores internos deben sumarse los externos, los cuales provienen del entorno en el que se desenvuelve la persona: la familia, la escuela y la comunidad.
Se precisa que las personas resilientes suelen tener una mejor actitud hacia la vida tras el evento traumático. Son aquellas que crean una organización de apoyo, por ejemplo.
Por ello, una situación puede ser muy traumática para una persona y no tanto para otra, pero es fundamental tener un proceso de autocontrol y autorregulación de las emociones.
Por ello, se aconseja aprender a conocer la conducta ante una emoción, ya que las personas pueden paralizarse, escapar o actuar de manera inmediata.
La idea es conocer cómo reaccionamos ante situaciones emocionalmente fuertes. Eso ayuda a prepararnos. Si yo me paralizo ante el miedo y conozco la reacción, puedo trabajar para no paralizarme, por ejemplo, la parte de la regulación emocional tiene que ver con la autoconciencia, el autoconocimiento.
Este enfrentamiento nos puede hacer disfuncionales, volver a nuestro estado normal o fortalecernos.
Existe una pulsión de vida y de autoconservación a partir de que el ser humano se vincula con la “madre satisfactora”.
Por lo que, es fundamental el vínculo que la madre y el padre establecen con los hijos, quienes les transmiten el deseo de vida.
Si los padres viven con base en eso; respetando al otro, respetándose, ayudando, claro que harás personas que cada vez más quieren seguir vivos y apostar a la vida.
Una cualidad básica, dice Freud: que prime el amor sobre la violencia.
Fuente: Cecilia Morales