El Ángel del Señor le presentaba a Dios las almas de los que habían pasado a la otra vida.
El Señor es justo y misericordioso, pero no en ese orden.
Quiero decir que atempera su justicia para aumentar su misericordia.
Así, casi todas las culpas de los hombres les eran perdonadas, pues Dios conoce a sus criaturas y las ama.
Llegó un hombre, sin embargo, y el Señor apartó la vista de él.
Le dio la espalda y lo condenó al peor de los castigos: la pérdida de la esperanza.
Le preguntó el Ángel, asustado:
— ¿Por qué lo castigaste así, Señor? ¿Qué pecado tan grande cometió ese hombre?
Y respondió, ceñudo, Dios:
— Le quitó su niñez a un niño.
Fuente: Armando Fuentes Aguirre